TODOS LOS ESPIAS NOS AMAN

 espiaNo me voy a llamar ahora a engaños, porque cuando los aviones de los terroristas kamikaces desplomaron las Torres Gemelas de Nueva York, ya pensé que la seguridad en el mundo iba a cambiar radicalmente. También me dio por imaginar que las agencias secretas internacionales, país por país, se iban a meter hasta la cocina de nuestras casas, para saber lo que comemos, cuando lo hacemos, y la hora que elegimos para ir a visitar la taza baño. No, en serio, que estas cosas no son para broma y se me ha ido la imaginación por un momento. Lo que de verdad le interesa a ese mundo paralelo de la seguridad oculta que nos vigila, son nuestros pensamientos malos, de hacer daño a los demás, y la opinión religiosa y política que tenemos, y que nos pueda llevarnos a cometer una estupidez en nombre de un dios concreto. Hasta aquí, todo parecía imaginable, y los primeros incordios tras el 9 de septiembre de 2001 cambiaron en un pispasla forma de facturar nuestro equipaje en los aviones.

Han pasado doce años desde que escuché a un presentador de una televisión española anunciar la Tercera Guerra Mundial (aún tiene trabajo, el muy gilipollas), y ahora nos espían por aire, mar y tierra. Saben todo lo que escribimos en Internet, y ven nuestros correos electrónicos cuando se les antoja. He llegado a pensar que se cargaron la carta manuscrita postal adrede, ante la mayor dificultad de abrir el sobre del remitente, que ver en la pantalla de un ordenador todo lo que ponemos. Hasta el mismísimo Obama, que sigue incumpliendo su promesa de cerrar la inhumana cárcel de Guantánamo, excusa este comportamiento antidemocrático al decir que la seguridad al cien por cien no es posible. Señoras y señores: es que nos cuidan tanto porque nos aman. Pero hay amores que matan, y si de verdad un marido infiel no quiere que su mujer llegue a enterarse de sus infidelidades, más vale que profundice en Google para ver cómo eras las señales de humo que servían de comunicación entre los indios. En todo lo demás, nos espían, y cuando oigas una tercera voz que se mete en la conversación de tu móvil, puede ser uno de estos espías que tanto nos quieren. ¡Anda y que os den!

 

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