En este país se ha llegado a mentir tanto y tan normal como chasquear unos dedos. No pensemos ya de entrada que es algo inherente a la política, porque la facilidad con que un niño miente a su profesora particular cuando le pregunta por los deberes del día, no tiene precio. Parece que nacemos con la mentira a cuestas, con lo mal que sienta que le digas a otra persona que la quieres con tal de sacarla un beso. No seré yo quien pida que se metan más actividades extraescolares en nuestros colegios, pero la mentira compulsiva habría que tratarla de alguna manera. Una persona que me genera mucho respecto por su trayectoria vital y su edad, me sugiere (eso sí, tras un viaje que acaba de hacer a Lourdes) que lo que tienen que hacer los mentirosos es purificarse. Extraña palabra esta de purificar porque realmente se usa de muy poco a nada. Purificar se explica siempre en el sentido de eliminar o limpiar. Hay habitantes de países que son sensibles a purificarse, como los hindúes en el río Ganges, aunque es mejor no ahondar en la salubridad de ciertas costumbres. Los países ricos sólo hablan de purificar con respecto al aire, pero cuentan también tantas mentiras sobre la contaminación, que no puede sumar como argumento eficaz frente a lo que estamos hablando.
La mentira tiene tanta historia como el mundo. La creación sobre el cuerpo humano del hombre y de la mujer tiene sus pros y sus contras, porque ahí nacieron las diferencias de sexo que tanto nos preocupan hoy por lo que acarrean de malo (la violencia machista). Digo yo que nos podían haber hecho con un detector de mentiras interno. Algo así como ponerte rojo como un tomate al tiempo que pronuncias una mentira. Sabríamos mejor a qué atenernos a la hora de votar, de coger un trabajo nada chévere, o de creer a un novio pendejo cada vez que te dice lo mucho que te ama. Nadie ha dicho que la vida sea fácil, pero algo como lo que propongo allanaría mucho la diferencia entre la honradez y la putrefacción. Demasiados mentirosos se mezclan entre la buena gente, y los vemos a diario en periódicos, les escuchamos por la radio y les vemos en televisión. Es el particular coto del photoshop de la mentira.