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Junto a quienes piden mayor atención a pacientes con anorexia

Con tanta reyerte dialéctica en las redes sociales, no las tengo todas conmigo que aún perviva lo de que nada mejor que un periodista publique una determinada noticia sobre la injustica que se comete con un grupo o persona, para que la situación revierta. Lo mismo sucede con pacientes cuyas enfermedades no son suficientemente atendidas por la sanidad pública. Como quiera que el periodismo comprometido es el que saca a la luz los problemas más cercanos, hoy dedico este espacio a las niñas que padecen anorexia, y espero un cambio en esa noticia que se ha conocido de que han de esperar hasta ocho meses para ser tratadas.

Dentro de la formación de un periodista hay una asignatura que se denomina Periodismo Especializado. Pues bien, en esa materia se aborda la información social. En cierta ocasión, escribí ampliamente sobre ello. Ante todo, este periodismo ha de servir para concienciar y para comprometerse los ciudadanos con dificultades sociales cercanas. Se trata de despertar conciencias, sin olvidar que para entender muchos de estos problemas hay que padecerlos. ¡Madre mía!, ¿dónde encontrar hoy periodismo social? Agoniza, en gran parte por culpa de los medios de comunicación y sus propietarios, y también por el mal ejemplo que supone Internet y las redes sociales a la hora de deshumanizar. Sí, humanidad. Esa capacidad de sentir afecto, comprensión o solidaridad hacia los demás. Tal están las cosas ahora, que antes sería necesario abandonar ese conocido egoísmo que se identifica mediante la contraseña “No es mi problema”.

Mucho más tras el Covid, la salud de los ciudadanos debería ser asunto preferente, y en especial las enfermedades menos conocidas y no digamos las que no tienen solución, porque no se quiere. Bien que apareció la vacuna del Ébola cuando cundió la alarma, y el descubrimiento de un antídoto eficaz contra el coronavirus batió récord en tiempo de investigación. Efectivamente, el interés gubernamental, contar con recursos económicos, medios humanos, técnicos y medicinales, además de educar para la salud, son aspectos fundamentales a la hora de abordar patologías concretas.

En Cantabria ha suscitado mi interés la labor de Adaner, Asociación para la Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa. Acaban de organizar unas exitosas jornadas en el Hospital Valdecilla. Buscan, y es más que loable, potenciar la prevención y la detección precoz para intervenir antes de que la enfermedad destroce vidas y familias. Me siento, para no caerme, antes de leer que el sistema regional de salud tarda ocho meses en atender a niñas con anorexia.

“La salud de los ciudadanos debería ser asunto preferente, y en especial las enfermedades menos conocidas, porque no se quiere”

Ahora que estamos a punto de dar un salto a un nuevo año, veremos lo que ha ocurrido en 2023 con el mantenimiento o incremento de los casos dentro de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria de Valdecilla (UTCA). El periodismo en general se basa en hechos y el social especialmente en datos que incrementan diferencias, desigualdades, penalidades, injusticias y, por supuesto, enfermedades. En 2022 hubo en Cantabria 205 nuevos casos dentro de la UTCA. Si hace pocos años la incidencia de esta enfermedad se daba mayormente entre los 15 y 16 años, ahora ha bajado a los 13-14, y los especialistas (lo hicieron dentro de las jornadas de Adaner) alertan que cada vez llegan a la consulta niñas de entre 10 y 11 años, absolutamente obsesionadas con la comida.

En tantos y tantos temas, la familia y la escuela salen a colación, pero tal afirmación empieza a sonar a cantinela, con la deriva de una sociedad, que ni quiere reforzar lo moral, ni los valores, ni la buena y exigente educación. Esta generación de jóvenes lo tiene en casa demasiado fácil. Lo que más valora es el móvil y tenerlo siempre en la mano, la imagen personal e instagram. ¿Y qué ocurre con los que se topan con reveses en sus tan particulares sueños y aspiraciones? Pues, francamente, no soy experto, y no voy a hablar de lo que no sé. Lo que sí conozco son todos los problemas con los que se codea la juventud, desde el acoso escolar, consumo de drogas, juego, adicción a las tecnologías y redes, a fijarse y aspirar a ser modelos sociales como todos esos influencers, que realmente, de ellos y ellas, lo son.

Ante semejantes planteamientos de vida, es evidente que deben reforzarse los sistemas sanitarios con respecto a la anorexia, y otras patologías que van en aumento, en un periodo de la humanidad donde estamos más perdidos que otra cosa. Las listas de espera en España son una realidad, pero también una batalla política que nunca debió plantearse, ya que nadie lo va a solucionar, y mucho menos sin que todos, sanidad pública, también privada, y pacientes, rememos en una misma dirección, y seamos conscientes (que no lo somos) de todo lo que está en juego como un día termine por reventar de verdad esta sociedad del bienestar asistencial.

Adaner ha celebrado con éxito sus XIV Jornadas sobre la atención a los trastornos alimenticios, pero les voy a decir lo que me ha impulsado realmente a escribir sobre esta cita sanitaria. Pues que son de los pocos que plantean “reflexionar sobre cómo trabajar de cara al futuro”. Porque creen que se puede “ofrecer un tratamiento cercano, con la ayuda de los colegios y pediatras”. De ahí que aprecie sinceridad tan necesaria hoy sobre “invertir en detección e intervención, porque no tenemos los recursos suficientes para atender de forma eficiente”, como resulta de la escasez de psiquiatras para tratar la anorexia.  

Para mí ha sido como ver renacer el Periodismo Social. Adaner y su escuela de salud me han recordado algo que yo mismo redacté tiempo atrás como profesor de periodismo. Y es que una información de carácter social debe ir acompañada de columnismo de opinión. El respeto y precauciones de organizaciones y sus dirigentes son así mayores. Por supuesto, el columnismo se debe fijar más si cabe en que todo lo público funcione como se asegura y promete, en este caso la sanidad. Con los pacientes de anorexia, cada vez más, aún queda mucho por cumplir.

“El columnismo se debe fijar en que lo público funcione, en este caso la sanidad. Con los pacientes de anorexia aún queda mucho por cumplir”

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Cómo asimilar que dirigir España requiera herirla gravemente

Si la mayoría de colectivos políticos, judiciales, económicos, profesionales, mediáticos y sociales rechazan el pacto al que se ha llegado con un prófugo de la justicia, no debiera ser difícil comprender el monumental cabreo general existente. Allá quienes quieran hacer una lectura positiva de acuerdo tan opaco como injusto. Nuestro futuro se torna oscuro, inseguro y crispado. En vez de hacer país, se le ataca, precisamente desde las instituciones que deben ser garantes de su seguridad a través de la Constitución. Se dice estar al lado de ella con este pacto contra natura. No es así y lo vamos a sufrir en propias carnes.

Al igual que la mayoría, estoy en shock con lo que acaba de pactarse en España para llegar a una investidura. Por igual, nos invaden sentimientos de rabia, indignación y rechazo frontal. Es hartamente imposible hallar momentos de serenidad, con un presente tan terrible, y un futuro con tal grado de incertidumbre e inestabilidad en todos los terrenos. Solo con pensarlo,aumenta el desasosiego y la desesperanza, en grado máximo. Ni España ni los españoles nos merecemos esto, pero es real, no es un simpe sueño del que podamos despertar.

Será por la experiencia que dan los años, o por el desarrollo de la profesión de periodista que ha tenido parada en muchos medios, el que me pregunten con insistencia cómo lo veo y si hay esperanza de enderezar tanto ataque a la democracia como se está produciendo. A lo primero contesto que lo veo mal, y a lo segundo me mantengo prudente, aunque creo que la unidad y no desfallecer en la defensa de nuestros valores democráticos traerá, más temprano que tarde, el sosiego y prosperidad que merece este gran país nuestro, ahora tan postrado y herido con pronóstico de extrema gravedad. Sí, nuestro país, la soberanía popular, no de cuatro que pactan lo que es antidemocrático al tiempo que amoral, por estar expresamente recogido en la Constitución Española, que este 6 de diciembre de 2023 se va a celebrar con la mayor tristeza en sus 45 años de existencia.

Cuando leo y oigo que la amnistía, como antes la sedición y malversación, son temas opinables, mi valoración positiva sobre la condición humana se desvanece, máxime si se está al frente de gobiernos y otras grandes instituciones que representan a los ciudadanos, con los que no se cuenta ni consulta para acuerdos tan injustos y rompedores. A los pactos para una nueva legislatura se ha llegado con prófugos de la justicia, golpistas, desfalcadores de dinero púbico y hasta encausados en acciones terroristas, como los famosos CDR del Procés. En la última Vuelta Ciclista a España, a su paso por Cataluña, que es España, pudieron causar un drama humano con sus acciones en busca de producir desgracias personales. ¿Esto tiene debate? ¿Es moral amnistiarlo desde las máximas instituciones del Estado? ¿Un montón de encausados judiciales por rebelarse contra el Estado de Derecho pueden imponerse por encima de 48 millones de españoles? No habría que responder a nada de esto, si la honestidad, la cordura y lo éticamente moral, prevaleciera como es debido dentro de la gobernanza de una nación con tanta historia y tradición como la española.

“Cuando leo que amnistía y malversación son temas opinables, mi valoración sobre la conducta humana se desvanece, máxime al frente de Gobiernos”

Pienso que están siendo más sectores y más personas, como por ejemplo todas las asociaciones de jueces al unísono, las que ven delirante que el Poder Ejecutivo se arrogue para sí las funciones del Poder Judicial.  En lo firmado con el prófugo Puigdemont, se habla incluso de comisiones parlamentarias para abordar posibles persecuciones judiciales con motivo del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña. El mundo al revés. Es en lo que de repente nos hemos convertido en España, eso sin entrar mucho en las inversiones que se irán preferentemente a Cataluña y el País Vasco, en detrimento de otras regiones que obligatoriamente verán reducido el dinero que llega del Estado.

Hay otra cuestión nueva con la que nos encontramos, y que supone un rechazo total a este pacto de cuatro folios y de contenido farragoso. Las reiteradas manifestaciones que se están produciendo en todas las ciudades españolas suponen el sentir general del pueblo. Allá los que quieran pensar que son reacciones ultras o dirigidas por los que se oponen a este mal llamado pacto progresista, porque no lo es de ninguna de las maneras.

El camino institucional que vamos a andar a partir de ahora es de vértigo. Abochorna que tengamos que pedir auxilio a la Unión Europea, los jueces van a ser los primeros, para que un país no altere al antojo la división de poderes.  Algo así no es digno de los tratados europeos, y no sé si la Comisión Europea y el Parlamento Europeo tomaran cartas en el asunto, pero la gravedad de la situación actual lo requiere. El relato y quien lo controle viene siendo en los últimos años esencial en nuestro país. Puigdemont ha vendido el pacto de apoyo a la investidura asegurando que hay un reconocimiento expreso a la persecución por parte del Estado a Cataluña, al catalán y al progreso de aquella comunidad autónoma. ¡¡Qué!! ¡¡ Cómo!! ¡¡Cuándo!! ¿Esta cantinela es la que vamos a tener a diario en la legislatura de cuatro años que se nos presenta como la mejor posible?

Ya lo he dicho en otros artículos y en este mismo medio. Antes semejante cariz de lo suscrito, lo más democrático hubiera sido preguntar a los españoles a través de un referéndum. Se lo he oído también a grandes personalidades como Felipe González. Porque ya no es solo hablar de nuevas transferencias del Estado a comunidades autónomas, también muy discutibles, cuando se trata de la propia Seguridad Social. Estamos hablando de la historia y el futuro de España. De la igualdad de derechos y oportunidades entre regiones y ciudadanos, y de seguir siendo una nación unida del sur de Europa, como uno de los grandes países de la Unión Europea que somos, aunque ahora demos el peor de los ejemplos posibles en todos los terrenos. Frente a todo esto que se rompe, querer mostrar pactos de progreso, es el chiste menos gracioso que he oído en mi vida.

“Puigdemont ha vendido el pacto asegurando que hay un reconocimiento expreso a la persecución por parte del Estado a Cataluña. ¡¡Qué!! ¡¡Cómo!!”

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En la cita con lectores y actualidad destaca la autocomplacencia

Ni nos lo dicen ni lo queremos saber, pero la situación mundial es penosa. Jamás aceptaré una guerra como salida a cualquier conflicto. A Ucrania y lo poco que nos importa, sumamos ahora Israel y Palestina. Miles de inocentes mueren a manos de la intolerancia, la avaricia, el poder y la acumulación de territorio y sus recursos. Pero no se engañen, es nuestro sino. Por eso, la mayoría estamos a lo propio, complacidos de que nos vaya bien. De preguntarle a los españoles qué es lo que realmente preocupa, tendríamos respuestas para todo y conclusiones chocantes. Es lo que tiene la falta de reacción y el yo, a lo mío.

Repetirse en los artículos es de mal opinador y peor periodista. No duden que cuando alguien insiste en un monotema es por puro interés de calentar la cabeza, para influir después en la opinión pública. Hoy por hoy, en España resulta difícil salirse de un guion de cuatro o cinco temas que están encima de la mesa, y que tienen que ver todo con gobernar, que parece lo único importante en estos momentos y es que, ciertamente, lo es, por las muchas cuestiones que dependen del poder y su capacidad presupuestaria.  

El filósofo Voltaire tiene algunas buenas frases sobre el aburrimiento. Como que el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo. Como que conviene siempre esforzarse más en ser interesante que exacto, porque el espectador lo perdona todo menos el sopor. Se ha hablado mucho de las secuelas que deja el Covid, pero menos de las cerebrales que tienen que ver con el hartazgo, la desidia, la abulia, el cabreo, la manipulación, la mentira y la confrontación permanente de bloques ideológicos.

En ríos de tinta, noticias en digital, horas de radio y de televisión, tenemos los monotemas, aunque los reconozco trascendentales, de una amnistía, un referéndum, investidura, elección de jueces, y lo que opina cada grupo sobre algo determinado, que es completamente opuesto, se trate de lo que se trate, como si hablamos del tiempo. Nadie está satisfecho con nada. Pues, verán, este articulo lo voy a dedicar a pensamientos prácticos. Empiezo señalando que, en vez de creer que tenemos razón en todo, haríamos mejor en escuchar a quienes más saben, nuestros mayores, que han conocido todo lo que pronosticamos hoy como malo, desde la guerra, el enfrentamiento político y social, la necesidad y dar la espalda a la reconciliación, como se hace ahora de una punta a otra del mundo, que medioambientalmente nos hemos cargando.

“Haríamos mejor en escuchar a nuestros mayores, que han conocido la guerra, el enfrentamiento, la necesidad y dar la espalda a la reconciliación”

Pese a la veneración literaria que le tengo, voy a contradecir a Gabriel García Márquez, cuando decía que los párrafos trascendentales de un artículo son el primero y el último. Hasta ahora, le he dado mayor relevancia a que, por lo cenutrios que somos, decidamos atender las buenas ideas, los consejos de los sabios y honorables, para que todo lo que hemos construido y hecho bien no se vaya al garete. Paremos las guerras, que van en aumento. Ucrania, Israel y Palestina. Estamos debatiendo temas absurdos, casi preocupados por nimiedades, simplemente por vivir cuanto más mejor, caso de España, y parece que no va con nosotros la expansión del mapa bélico. ¿Dónde quedó el “No a la guerra”? Debería ser un grito unánime. En vez de esto, volvemos a los bloques. Unos dan la razón y apoyan a Rusia, otros a Ucrania, y la historia se repite con Israel y Palestina. ¡Por favor!

Nos estamos descerebrando como civilización. Va a dar igual quien gobierne, como el conflicto del odio se propague, y empañe también como está haciendo a lo que hasta hoy han sido grandes organismos para el diálogo y la paz, caso de la ONU. Creemos que tenemos una pila de problemas que nos aburren y alejan de saber de las noticias, para no enfadarnos. Nada comparable a lo que pasan muchos seres humanos en los conflictos armados actuales, y a los miles de muertos generados

Naciones Unidas tiene contabilizadas 18.955 víctimas civiles en Ucrania: 7.199 muertos y 11.756 heridos. Más de 226 niños, 180 niñas, 2.888 hombres, 1.941 mujeres y 1.933 personas cuyo sexo aún se desconoce. En el caso de la Franja de Gaza, la lista de muertos asciende a 7.028 palestinos y 18.482 heridos. Israel arroja 1.400 fallecidos y casi 5.500 heridos.

Por mil veces que lo repita, yo o cualquiera, la evidencia es la que es. No hemos aprendido nada de nuestra propia historia. Hablamos de desarrollo, avance, tecnologías, y todo es un engaño permanente porque hay algo que no ha variado un ápice a lo largo de los tiempos: la avaricia y la acumulación de poder y territorio de unos en detrimento de otros. No resulta fácil aconsejar el reinventarse, porque los lideres actuales del mundo no están al nivel de esta exigencia. Aflige predecir que las opciones están más en el camino de reconstruirse. Resulta indecente que, tras el final de una guerra, los medios de comunicación fijen sus titulares en los millones de dólares que hay que emplear en la reconstrucción, y la influencia de gobiernos y grandes corporaciones industriales a la hora de la elección de las empresas que serán agraciadas con los jugosos contratos para volver a levantar un país determinado (Irak).

Tengo muchas dudas sobre el párrafo que elegiría el gran periodista que fue ante todo García Márquez. Su obra maestra, Cien años de soledad, es premonitoria de lo que mereceríamos por lo mal que son y están nuestras relaciones como países y como ciudadanos de esas viejas o nuevas naciones. Incurrir en guerras constantes es lo más demencial, aunque la mayoría de las personas no lo tiene siquiera entre sus preocupaciones, porque Ucrania y la Franja de Gaza quedan lejos. Pero es que también crece el odio racial, y retrocedemos en derechos, sobre todo poder subsistir dignamente (trabajo y alimentos. Asía y África). Decía al comienzo que repetir una y otra vez un tema termina por ser tedioso. Pero no queda otra que insistir, insistir e insistir, para reaccionar, reaccionar y reaccionar. A fin de cuestas, reiterar muchas veces algo, y hacerlo de manera constructiva, es buen antídoto para situarse pacíficamente frente a tanta estupidez e intolerancia.  Y esto es lo que ocurre en el aquí y el ahora.

“No queda otra que insistir y reaccionar. Reiterar algo y hacerlo de manera constructiva es situarse pacíficamente frente a tanta estupidez”

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