La imagen que damos con Vinícius y el voto por correo de Melilla

Cada país tiene su idiosincrasia y, dentro de ella, las correspondientes virtudes y defectos. Estos últimos abundan mucho aquí, pero no existe nadie, repito, nadie, que esté para dar lecciones a los demás, desde Estados Unidos, pasando por Reino Unido, llegando a Rusia o a China. Y esto se extiende al racismo, la injusticia, la desigualdad, o los intentos de alterar unas elecciones mediante el fraude en el voto por correo. Puede parecer que expresarlo así es defender eso de que no se consuela el que no quiere. En absoluto. O fortalecemos el sistema, y con ello las democracias, o llegará un momento en que lo lamentaremos.

Para empezar, y me quedo tan tranquilo, voy a asegurar que ningún país del mundo da ejemplo, ahora, absolutamente en nada. Los opinadores intentamos argumentar con análisis coherentes, predicciones si lo prefieren, que el tiempo nos dirá si realmente hay olfato o erramos en nuestros planteamientos. Pues bien, las cosas van pasando y sucediendo según lo escrito años atrás, y uno de los hechos que más destacan dentro del panorama internacional es que las democracias del mundo, y no se salva ni una, acusan tal desgaste que aconseja una revitalización institucional, que se apoye en tres palabras: dar siempre ejemplo.

Si algo tienen en común hoy los países o bloques que siempre han destacado por el liderazgo político, económico y social, es que todos ellos están desnortados y en decadencia. Así hay que ver el asalto al Congreso de los Estados Unidos, aún muy presente en sociedad norteamericana, y también una Europa en la que regresa (es su tradición) la guerra provocada por Rusia, junto a otro sentir creciente dentro de las zonas rurales que se ven agredidas por las conocidas como decisiones comunitarias, que alejan cada vez más a no pocos ciudadanos de la idea tan bella que se forjó en el pasado de una Europa justa, unida e interrelacionada mediante una amplia y similar legislación (libertades y derechos). Ni Reino Unido, que abandonó abruptamente la UE, ni Alemania, Francia o España, países todos con graves problemas internos, son referencia de estabilidad alguna, que es precisamente lo que siempre ha demandado y por lo que sigue apostando la población en su conjunto.

Por eso, y aunque lo parezca por el intercambio de noticias en diferentes medios de comunicación con distintos idiomas, no resulta creíble que un país señale o critique a otro por su manera de actuar en diferentes materias. En España estamos ahora inmersos en sendas polémicas (lo habitual). Una proviene de las elecciones y el voto por correo, con denuncias, arrestos e intercambio de acusaciones. Y la otra, por revivir el debate de si somos un país racista, al ocurrir algo periódico en los campos de fútbol como son gritos desde la grada que, con graves insultos, atentan contra la raza o el color de un determinado jugador. En este caso, el protagonista es delantero del Real Madrid, Vinícius Jr.

“Las democracias acusan un desgaste que aconseja una revitalización institucional, que se apoye en tres palabras: dar siempre ejemplo”

Que no tengamos remedio es una cosa, y que nos lo echen en cara fuera, me parece que no es asumir la realidad del mundo actual. Lo que quiero decir, sin buscar excusa alguna, es que se actúa igual de mal en todas partes, y no existe, lamentablemente, una sociedad que pueda dar ejemplo a otra. El racismo se extiende, y tampoco se actúa frente a las deficiencias de los sistemas democráticos, como pueden ser modernizar y blindar las elecciones, para que no ocurran bochornosos sucesos como la compra de votos en Melilla y otras zonas de España.

Si es importante rechazar todos a una las prácticas mafiosas, más lo es actuar legislativamente contra ellas, reforzando un sistema que puede generar dudas de credibilidad y eficacia entre la ciudadanía. Hemos visto muy recientemente lo que pasa con la controversia que generan elecciones de países tan dispares como pueden ser los Estados Unidos o Brasil. Aún está en investigación la injerencia de Rusia en determinadas elecciones, algo que ha generado tensión y gran división interna en los gobiernos afectados. Que pueda haber problemas de no reconocimiento de resultados es cuestión de tiempo, y no hace falta citar expresamente una nación, porque son muchas las que están inmersos en este deleznable comportamiento.

España si tiene un problema grave con querer abarcar muchas leyes sociales y de igualdad, al tiempo que exige poco o nada por demasiados delitos que salen gratis a sus infractores. Creo que esto está minando la moral de muchos ciudadanos, y cuando se dan pasos como rebajar las penas por la malversación de caudales públicos, realmente estamos haciendo un flaco favor al ya de por si debilitado sistema. Insisto en puntualizar algo que considero de extrema importancia. El poder debe dar un ejemplo impecable en todas las decisiones que toma y pasos que da. De lo contrario, es fácil no creer en nada ni en nadie, incluso aunque se vote cuando corresponda. Tampoco ayuda que los medios de comunicación hayan entrado en la pereza de no investigar los hechos, o directamente los oculten, porque son la extensión mediática de partidos políticos o de grupos de presión concretos, como se enseñaba antaño en las facultades de periodismo. Hoy los países fuertes son los que tienen unos medios poderosos Y en esto, sí hay diferencias, y España no sale bien parada con respecto a Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania. Esos medios, con sus informaciones de denuncia pública, reconducen muchas situaciones, sobre todo cuando se trata de asuntos de gran trascendencia social como la corrupción, el racismo, la injusticia, la desigualdad, la delincuencia o la adopción de leyes que no buscan el bienestar general, porque benefician tan solo a sectores muy concretos.

Actualmente estamos excesivamente abducidos por los avances tecnológicos. Incluso ya se ha puesto encima de la mesa la inteligencia artificial, que es la siguiente fase de una digitalización que se ha llevado a cabo de forma autoritaria, sin contar con las personas. Compensa mucho más ser claros, antes que vernos abocados a frustraciones crónicas. Debemos apostar por una mayor persecución y desmontaje de todo lo relacionado con la corrupción, el racismo, la manipulación, las falsedades, las prácticas mafiosas y la impunidad de los delitos, como sucede ahora con los okupas. Cuando en España ocurre algo nuevo que provoca mucho ruido, se sabe que, tras unos días, todo regresa a la normalidad. Y ya está. Así es como los viejos y nuevos problemas se enquistan y nada encuentra solución o escarmiento. Si Vinícius leyera este artículo, pienso que estaría de acuerdo en que, tras el correspondiente follón, ¡se acabó! ¿Y del fraude en el voto por correo? Pues lo mismo.  

“Debemos apostar por una mayor persecución de la corrupción, el racismo, la manipulación, las prácticas mafiosas y la impunidad de los delitos”

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Presumir de estado del bienestar con niños que pasan hambre

21.5.2023

Hipócrita esto de presumir de rico, rodeado de pobreza, que se extiende y ataca con furia a los niños. Pobreza infantil la llaman los Gobiernos, que invierten, algunos, mucho dinero en combatirla, pero no es suficiente. He leído en diversos sitios que este año y el que viene España crecerá más que la media europea. Aunque he visto menos publicada la noticia de que, de 27 países que conforman la UE, ocupamos el puesto 26 en pobreza infantil. Si de un lado, los estados han de extremar el cuidado de la infancia, por otro, las sociedades deben dirigirse al consumo sostenible, ese que empiece por no tirar a la basura tantos alimentos.

Hoy se ha convertido en habitual la confrontación política por los mayores o menores impuestos que recaen sobre los ciudadanos, y las explicaciones que se dan sobre presión fiscal, según sean las militancias ideológicas. Mayormente, nos repiten que, para mantener hospitales, colegios y servicios públicos, incluso las ayudas oficiales en pro del bienestar, los impuestos deben ser los actuales. Pero, en la realidad, a los que los pagamos, jamás nos preguntan nuestraopinión acerca de dónde y hacia quien habría que dirigir una parte importante de esos impuestos recaudados, cada vez con más voracidad.

Vayamos a un ejemplo real y alarmante. Desde el 2015, España ha pasado del puesto 21 al 26, de los 27 países que conforman la Unión Europea, en pobreza infantil. Tan solo está peor Rumanía. ¿Se puede calificar, así, al estado del bienestar como aceptable? No. Ese bienestar cojea por arriba, la tercera edad, y por abajo, con los niños. Evidentemente, son fases de la vida que están interrelacionadas. Además de en las matemáticas, el gran Pitágoras también se paró en esto que hablo: Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida. Pero si, como es el caso, el índice de pobreza infantil resulta perturbador, lo de llegar bien a mayor se tambalea, ya que la dignidad, empezando por comer todos los días, es el principio del desarrollo sano de la personalidad, y la salud integral el cimiento de la supervivencia (Convención sobre los Derechos del Niño y sus 54 artículos).

Mientras la sociedad española está inmersa en el debate de las nuevas ayudas sociales y qué sectores las reciben, a la pobreza infantil se destinan 63.079 millones. Antes de la pandemia, más de dos millones de niños vivían dentro de nuestro país bajo el umbral de la pobreza, con lo que nos podemos imaginar la situación actual, y la conclusión de que estos recursos económicos, a pesar de no ser pocos, resultan insuficientes. Habría también que reconducir prioridades, y situar en primer lugar de esta lista a los niños, sus necesidades actuales, alimenticias, educativas y sanitarias, labrando para ellos un porvenir exento de penalidades.

“España ha pasado del puesto 21 al 26, de los 27 que conforman la Unión, en pobreza infantil. ¿Se puede calificar, así, al bienestar como aceptable?”

Y es que mirar a futuro con los niños pobres contempla que hay otras muchas cuestiones fundamentales que se les pueden complicar a lo largo de su existencia. No son pocas. En un porcentaje establecido ahora en el 28 %, sufrirán abandono escolar, en un 30 % problemas de salud (un 36 de obesidad), un 12% verá cerrada las puertas de muchos trabajos por la falta de estudios superiores, y este mismo porcentaje se dará para los casos de las depresiones.

De la pobreza infantil hemos oído hablar siempre. Lo que sucede es que resulta bochornoso alardear de tanto éxitos sociales como hace la sociedad actual. Un buen puñado de afirmaciones y declaraciones son fruto de la exageración o directamente de la mentira. Luego los hechos reales son otro cantar, como que en el digno desarrollo de nuestros niños ocupemos el puesto 26 dentro de una UE que cuenta con 27 países socios. Y encima nos dicen que este año y posiblemente el que viene España va a crecer más que la media europea, aunque no olviden que este año es casi entero electoral y el mensaje sale demasiado gratis.

Resulta también que contamos con un cargo que se denomina Alto Comisionado del Gobierno para la lucha contra la pobreza infantil. Este órgano es de muy reciente creación, el 2018, y por los datos (a la cola de Europa) no creo que se puedan tirar cohetes en referencia a que sus trabajos o consejos sean tenidos en cuenta tanto por el Gobierno central como por el resto de las comunidades autónomas. Tan solo hay que fijarse, para comprobar la magnitud del problema, en que las solicitudes de becas de comedor o actividades estivales que también cubren necesidades alimentarias han crecido, solo en 5 años, en un 40% (3 de cada 4 familias que solicitan beca). Quiero incidir en esto de que los padres apunten a sus hijos a actividades, ya que así tienen la oportunidad de llevarse algo a la boca. ¡Terrible!

No se atisba solución ni a medio ni a largo plazo, esta es la verdad, y les voy a decir porqué. Porque si como pilares fundamentales para salvaguardar los derechos de los niños, el primero de ellos su alimentación con las debidas comidas al día, se enuncian la salud, la educación y la justicia. Sonvalores que llevan camino de quedarse tan solo en bonitas palabras. Todo ello está hoy en una encrucijada, y mucho más tras el Covid, lo que deriva en una sanidad con muchos problemas, una justicia con más, y una educación cada vez más deficiente.

La brecha dentro de las diferencias sociales no deja de crecer. Los Gobiernos de un signo y de otro lo saben, pero cuestión diferente es combatirlo. Hemos perdido muchas oportunidades en el pasado para poner fin a demasiadas discriminaciones, como la pobreza infantil. La mayoría de los ciudadanos pensamos que el hambre está muy lejos, principalmente en África, como siempre nos han contado. Y no es así. Por eso los países que, con excesivo autobombo, se califican como ricos, han puesto ahora el punto de mira en la reeducación sobre el consumo y ahorro de recursos energéticos, los alimentos o el agua. Tiramos y desperdiciamos sin pensar en el mañana ni en los demás. Lo que viene después es sabido: la pobreza se extiende. Pero que, cada vez más, lo paguen los niños en todo el mundo, resulta una de las grandes crueldades a las que está acostumbrada esta vergonzante humanidad.

“Tiramos y desperdiciamos sin pensar en el mañana ni en los demás. Lo que viene después es sabido: la pobreza se extiende”

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Restringir la edad de conducir mirando tan solo a los mayores

13.5.2023

No remiten los accidentes de circulación con muertos y fuga de por medio. La petición del incremento de penas por estos graves hechos está en la calle. Pero la DGT, con la OMS en contra, baraja quitar carnets, superada la edad de 65 años. Lo que realmente choca de esta intención del Gobierno es lo mucho que se jacta este país de cuidar y velar por sus mayores, cuando luego la realidad es otra. No hace falta incidir que esta preocupación social por la edad de conducir no existe, como esa otra de que los que atropellan y matan a viandantes, incluso sin auxiliarles, están libres, mientras familias enteras quedan destrozadas.

Ningún Gobierno o Administración me daría la razón, por asergurar como voy a hacer que el discurrir de este siglo no está siendo precisamente favorable con los mayores y sus derechos. Es afirmación tan rotunda, que unas líneas más adelante voy a tratar de ser preciso en la enumeracion de hechos consumados, que no hablan precisamente bien de lo que deberia ser un trato y respeto adecuados a lo que supone tener edad muy avanzada.  

Pero para que no parezca que divago antes de contar la noticia, aquí va: La DGT pone difícil la renovación del carnet de conducir a los mayores de 65 años”. La gobernación de hoy en día no deja de hacer dislates, ni de entrar en permanentes contradicciones. Por una parte, el Ministerio de Inclusión Social, Seguridad Social y Migraciones, anima a trabajar, con premio económico incluido, hasta los 80 años si es necesario, y por otro quieren restringir lo de la edad al volante, nada más jubilarte.

De repente, esta es la sociedad del disparate. Sobre los cambios reales que pide la ciudadanía, como aumentar las penas por atropellar, matar a alguien y darte a la huida, nadie se hace eco, y, en cambio, sobre lo que no necesitamos, no dejan de aprobarse leyes o decretos. Resulta un claro intervencionismo del Estado en todo, y pronto nos dirán el arte que nos tiene que gustar y los museos que debemos desechar.

“Sobre los cambios reales que pide la ciudadanía, como aumentar la penas por atropellar, matar a alguien y darte a la huida, nadie se hace eco”

El Covid fue demoledor con la tercera edad, pero tampoco la sociedad del bienestar que les habíamos prometido estuvo a la altura con tanto fallecimiento de ancianos como se podujo. Las investigaciones sobre lo que realmente sucedió están paralizadas y mucho me temo que duermen el sueño de los justos, como se dice entre abogados cuando un asunto está paralizado o no hay interés por solucionarlo.

Con la pandemía aún a cuestas, España se mete e impone una digitalización sin precedentes, que supone, entre otras muchas cosas, abocar a nuestros mayores a utilizar el móvil para todo, y cambiarles o suprimirles sus costumbres, como esa de ir al banco, con la cartilla en el bolsillo, para ponerla al dia. O sacar dinero de su pensión, algo que también se ha puesto dificil ya que la banca no tiene casi sucursales, y los cajeros automáticos llevan el mismo camino. Esto que refresco se convierte ya en injusticia de libro en las zonas rurales. De lo poco que tenían nuestros pueblos, como las sucursales, ahora ya no les queda ni eso. Mientras, desde el Gobierno se impulsan los foros para tratar de la despoblación, cuando no dejan de permitir y auspiciar la supresion de servicios, y no hay nuevas inversiones de nada, porque todo es para las ciudades y poco o nada para los pueblos

En este contexto, al menos yo lo veo así, la ocurrencia de la DGT de obstaculizar la renovación del carnet después de los 65, es un nuevo paso en el desdén oficial por la tercera edad. Así se lo hace ver también la Organización Mundial de la Salud, la famosa OMS, que aconseja no retirar de las carreteras a  nuestros mayores. En España tampoco es que sean relevantes los datos cuando se pretende imponer algo por las bravas, pero aquí la tasa de accidentes a partir de los 65 años baja un 17%, un 23% entre los 71 y 75 y un 66% a partir de los 75. ¿Dónde está el problema entonces? Se lo voy a decir. El problema real está en las penas de cárcel escualidas por cometer las mayores aberraciones al volante, con muertos de por medio. Mismamente Cantabria, vive una época terrible en tal sentido, y el descontento social es muy grande respecto a este tema, del que no paran de hacerse eco los medios de comunicación.

La DGT debería prestar más atención al problema tan acuciante de la conducción bajo el influjo de las drogas, el alcohol, y ahora también de las redes sociales, ya que con una mano se coge el volante y con la otra el móvil.  Aquí tenemos tambien otra asignatura pendiente, que no se lleva a efecto, como es la seguridad vial; en nuestras escuelas es cada vez menor la exigencia de casi todo, y la conduccion cuando llegue la edad de poder hacerlo no es preocupación ni para el Ministerio de Educación ni para las consejerías correspondientes de las diferentes comunidades autónomas. En materia de circulación de vehículos, incluidos los famosos patinetes, la edad debe ser preocupante, pero más por abajo, la juventud, que por arriba, los mayores. De todos los problemas actuales que se viven hoy respecto a coches y motos, hay una gran cantidad de asuntos por atajar, pero precisamente este de retirar carnets a personas mayores no creo que tenga esa gran prioridad que se pretende dar. No menos importante es que, sobre algo así, la directiva debe ser europea, de la Unión, y no de manera individualizada, como lo que pudiera pretender hacer el Gobierno de España. Por diferentes temas, nuestro país está en el punto de mira de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. El por qué hay que buscarlo en que no damos buen ejemplo en diferentes cuestiones sobre las que hay una idea y manera de proceder común en el resto de Europa, mientras aquí queremos ir por libre. El último tirón de orejas ha venido de la mano de la rebaja de la malversación de fondos publicos, bajo la seria recomendación de que hay que subir las penas por este delito. Repito: como cuestión preocupante, y sí reclamada por la sociedad, está adecuar las penas por accidentes de circulación a la extrema gravedad de los hechos.

“La conducción no es preocupación ni para el Ministerio de Educación ni para las consejerías correspondientes de las comunidades autónomas”

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7/5/2023

Los jóvenes y las nuevas adicciones, ¿por dónde empiezo?

Todos entendemos de adicciones si lo vemos desde el punto de vista del alcohol, las drogas o el juego. Todo ello aumenta, aunque como nuevas adicciones patológicas, llamadas así por el Ministerio de Sanidad, están Internet, el móvil y, por supuesto, las redes sociales. Muchos críos han hecho de estas tres cuestiones su vida. Adictos a eso, y nada más. Hubo un tiempo en que primaban cuestiones más útiles, como la educación, la formación personal, la cultura y el emprendimiento. Además del buen ejemplo propiciado por el Estado, el colegio y la familia, bajo ningún concepto se debería potenciar la superficialidad en todo que impera hoy.

Hasta la decisión de escribir este artículo, les reconozco que no sabía de la existencia del Plan de Acción sobre Adicciones 2021-2024, dependiente del Ministerio de Sanidad. Tampoco conocía – y mira que me empapo de noticias y anuncios gubernamentales, tantísimos como se emiten con la ayuda de los fondos europeos-, que este proyecto estatal supera el ámbito de las drogas, para abordar lo que se pueden considerar de facto nuevas adicciones de la población infantil y juvenil. Me allana el camino una noticia que leo aquí, en El Diario Cantabria, y que dice que en cinco años se ha disparado, en un 800 %, la atención a nuevas adicciones por parte de niños y jóvenes.

Pero, ¿cuáles son estas nuevas adiciones? Sin perder de vista jamás las drogas y el alcohol como epicentros de este plan nacional, la preocupación se ha extendido al abuso con el móvil, los videojuegos, el consumo de hipnosedantes, la salud mental, las bebidas energéticas en temprana edad, las imágenes y vídeos de contenido pornográfico o de violencia y, como no, el juego, donde todo lo online y el móvil se llevan la palma de poder apostar a lo que sea. Menuda relación de adicciones, que está bien meterlas todas juntas dentro de un plan, aunque cada una requiere de equipos y ayudas específicas dentro de un país, el nuestro, conocido en todo el mundo como permisivo en todos los aspectos (lo tenemos ahora con los okupas).

La juventud no es debidamente educada;  los hogares tampoco son el ejemplo de rigor que requieren estas delicadas situaciones, y los principales valores de comportamiento son puestos a diario en cuestión, bien sea por malas decisiones, polémicas absurdas, programas televisivos inaceptables, o directamente enfrentamientos políticos y sociales. Creo yo que, así, no de extrañar que el Ministerio hable de la preocupación social (no debe ser tanta) ante el uso patológico de Internet, de los medios digitales y de las redes sociales, que, para bien o para mal, son las grandes protagonistas en esta primera parte del siglo XXI. Hablando de ellas, se las critica desde el ámbito público y privado, pero todo el mundo saca tajada, y nadie está dispuesto a instaurar normas en las redes que eviten el insulto, la difamación, la mentira, la manipulación, las fake news, o el acoso en cualquiera de sus formas.

“Se las critica desde el ámbito público y privado, pero nadie está dispuesto a instaurar normas en las redes que eviten el insulto, la difamación o el acoso”

A priori, no veo por ninguna parte que se cite también entre las nuevas adicciones las series televisivas, y el acceso de los más jóvenes a los nuevos canales, estilo Netflix. En todas las épocas se ha entretenido a los niños con la televisión, para que no dieran guerra. Hoy se hace, desde bien pequeños, dejándoles un móvil. Estamos en la sociedad que, entre todos, hemos creado. ¿Cómo se sale de esta alocada espiral? Tarea difícil, porque los tiempos no están a favor de encauzar nada de nada. Cuando tengo ocasión, y esta lo es, me gusta recordar a Mandela. Como cuando pronunció aquello de que la educación es el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo.

Pienso que hoy, por interés, no se potencia la buena educación, la de los libros, el esfuerzo, la superación alcanzando las metas porque las has logrado (estudiado y aprobado), y no porque el sistema político-educativo lo pone cada vez más fácil para pasar curso. Es como ese otro pensamiento de mucha juventud que repite lo de ¡para qué trabajar, si el Gobierno te lo pone todo al alcance!,sin necesidad de jornada laboral alguna. A esto hay que sumar que, si los padres piden que sus hijos tengan menos deberes y exámenes, resulta que es ponérselo bien fácil a los que cada vez que cambian la Ley de Educación sea para hacerla peor.

Los niños, definidos así por su corta edad, deben tener reglas que no les aparten en un futuro de la conducta y los valores que deben primar a lo largo de su vida. Hablo de la educación, la libertad a través de la democracia, el trabajo, respeto, honestidad, tolerancia, justicia y solidaridad. Desde pequeños han de percibirlo. Si todo se vive en el ámbito de un móvil, de Internet o de las redes sociales, lo que impera es desbarajuste. Por eso la sociedad actual no va bien, y no es solo el caso español. Hay mucha decadencia, y no se da el valor debido a lo que siempre nos ha rentado de verdad: la formación personal, la cultura, el emprendimiento, el respeto al medio ambiente y el trabajo bien hecho, que no busca excusas como esta nueva de vivir bien, que te lo den todo hecho, sin implicarse en nada que demande visión de conjunto (país, unión, comunidad, diálogo, debate, consenso, crítica constructiva…).

Las nuevas adicciones, que se suman a las que ya existían antes, son el producto de nuestros propios errores, en los que incidimos y nos reiteramos. Con las políticas de adicciones en España, sobre el papel se escribe que lo que se pretende es hacer de nuestro país un entorno más saludable y con mayor calidad de vida. Suena muy bien. Ahora, cuando sigo leyendo ya no entiendo nada más, al encontrarme con el siguiente texto: “Asimismo, y para conseguir una sociedad más segura, el Plan se centra en la reducción y control de la oferta, en la revisión de normativa y en el fomento de la cooperación judicial y policial a nivel nacional e internacional. También toma en consideración como áreas transversales: la coordinación, la gestión del conocimiento, legislación, cooperación internacional y comunicación para las que define objetivos específicos”. Lo dicho, sin ejemplo de arriba hacia abajo, es decir, de los mayores a los pequeños, cambiar el rumbo actual de las cosas no es posible.

“Los niños deben tener reglas que no les aparten de valores como la educación, democracia, trabajo, respeto, honestidad, tolerancia y solidaridad”

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31/4/2023

Metimos el medio ambiente en la escuela y ni la sequía preocupa

Todo problema necesita de concienciación y ponerse manos a la obra en la búsqueda de solución. El cambio climático, el calentamiento global, no tiene ni una cosa ni la otra, al menos como es debido, para evitar el desastre. Tampoco tiene el mejor aliado posible para revertir los síntomas de enfermedad grave que padece el planeta. Ese aliado es la juventud. Hace años que se introdujo en el sistema educativo un concepto clave de futuro: medio ambiente. No ha dado resultado. La sociedad actual es más destructiva y consumista. Y, mucho peor, indiferente ante grandes problemas que no se afrontan, con la sola preocupación de vivir bien.

Fíjense en la cantidad de temas superficiales, ridículos o absurdos con los que nos entretienen de habitual, cuando debieran de concentrarse y prepararnos para las consecuencias del cambio climático en el que estamos inmersos, y la brutal sequía actual es uno de los episodios para no dormir que vamos a empezar a vivir con mayor asiduidad.

Como dirían los mayores y más sabios del lugar, ya no llueve como antaño;ni el invierno se comporta como tal y con el verano ocurre lo mismo, solo que el calor amenaza con extenderse sin control posible. Quienes más han de saberlo y ponerse manos a la obra están a otros menesteres, principalmente cortejando a Putin y Xi Jimping para que paren la Guerra de Ucrania, mientras los otros países ricos del planeta no dejan de enviar armas al territorio invadido, dentro de una alocada espiral que, evidentemente, nos sitúa como la civilización demente que somos.

En este escenario tan surrealista, no hay tiempo en el que pararse para abordar de lleno las consecuencias del cambio climático, en absoluto prioritario, y eso que España se está erigiendo en uno de los países del mundo que va a salir peor parado dentro del calentamiento global. La terrible sequía en la que estamos inmersos, sin precedentes, es la prueba irrefutable de los avisos no escuchados que hacen nuestros reputados meteorólogos.  Como ya se hizo con los científicos en el Covid, vuelve a ocurrir lo mismo con aquellos que más saben sobre el clima: ni caso a sus predicciones ni consejos al respecto. Lo más chocante y extremadamente preocupante a la vez, es que una sociedad educada mayormente en el respeto medioambiental llevado a las escuelas, no da ejemplo de nada al respeto, y sí de una voracidad consumista que solo se limita a vivir bien y a todo trapo, sin preocupación que valga, incluso si se trata de que nos quedamos sin planeta en el que vivir.

“Como se hizo con los científicos en el Covid, vuelve a ocurrir lo mismo con aquellos que saben sobre el clima: ni caso a sus consejos al respecto”

El poder y sus principales resortes políticos, económicos y sociales se basa en una teoría propia para no mover ficha. En realidad, son dos las teorías. La primera habla de que mientras no suceda ningún hecho grave dentro del ámbito que se controla, no hay alarma alguna que pulsar. Se trata de que los ciudadanos vivan sin preocupaciones mayores a las habituales, y, como sucede en la actualidad, mejor si no se enteran de más, gracias a un creciente control económico de los medios de comunicación que debieran de informar con total transparencia. Regresando a las teorías, la segunda es que mientras las catástrofes se den lejos de las grandes capitales mundiales del poder, esencialmente en las zonas pobres y tradicionalmente abandonadas, no hay tampoco que excederse en alarmas, ya que el impacto en quienes viven bien y en la abundancia va a ser casi inexistente.

A fin de cuentas, el planeta, esté sano o enfermo, desde los tiempos de la prehistoria siempre ha tenido que lidiar con la avaricia, la destrucción y el belicismo de sus pobladores, capaces de no dejar nada en pie por cuestiones de ideología, religión, independencia, ocupación territorial o colonialismo esencialmente económico, de explotar a unos países y a sus habitantes en beneficio de otros países y otros habitantes, que se aprecian mejores en razón de su historia y nacionalidad. Pero me temo que el cambio climático y el calentamiento global trata a todo el mundo por igual, aunque unos lo teman más que otros, y los lobby funcionen a toda marcha para negar la mayor sobre cambiar drásticamente nuestra manera de vivir, sin contaminar ni destruir a diario.

En absoluto hay que mirar fuera para ver las variaciones del clima. Desde hace diez años, se ha reducido el intervalo de lluvias a cuatro meses, de diciembre a marzo. En este 2023, se da la circunstancia de que, en esos meses, no ha llovido casi nada. Actualmente, nuestra reserva de agua es de 28.000 hectómetros, cuando deberían ser 37.000. Según nuestros mayores expertos (no escuchados), las calimas procedentes de África con polvo muy fino en suspensión, se han hecho frecuentes. Y las gotas frías o DANA se repiten una y otra vez, cuando hace 50 años se concentraban entre los meses de octubre y noviembre.

El problema con el cambio climático es que ha fallado todo, empezando por laeducación. Ni creemos, ni escuchamos ni reaccionamos. Te metes de lleno en un lio, cuando lo dices porque parece que lo deseas, aunque no es así. Me refiero a que nuestra civilización solo puede reaccionar cuando llegue el desastre total. Los Gobiernos creen que con dar plazos ya está todo hecho, tanto en materia de combustibles, como energías limpias. No se han hecho los progresos adecuados en ninguna cuestión. Por eso seguimos viviendo a todo tren, como si las reacciones del planeta en cuestión de temperaturas, deshielo, ausencia de lluvias y, por lo tanto, de agua, exterminio de especies tanto en fauna como en flora, no fuera con nosotros. Resulta minúscula la población concienciada, y se echa de menos la reacción y movilización continuada de la juventud en la defensa de la tierra, que nos lo da absolutamente todo. Las pocas leyes que se adoptan al respecto son contradictorias. Como sucede en España, resultan más políticas y electorales, que defensivas a ultranza del ecosistema. Lo apreciamos ahora con el Parque de Doñana, que no ha sido cuidado ni especialmente protegido, ni antes ni ahora. Y tampoco la Unión Europea puede sacar pecho al respecto, porque siempre estamos a vueltas con lo mismo: los intereses de unos y de otros. ¿Qué puede esperar el planeta con nuestra actitud y comportamiento, el de todos, porque no se salva nadie de la crítica? Sí, apreciado lector, estoy de acuerdo: no haría falta siquiera hacer la pregunta.

“Te metes en un lio cuando lo dices, me refiero a que nuestra civilización solo puede reaccionar cuando llegue el desastre total”

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