Publicado en el Diario Montañés, el 24 de octubre de 2011
En el Libro de los Proverbios Morales de Alonso de Barros (escritor y humanista al tiempo que velaba por el cuidado de los aposentos de Felipe II, primero, y Felipe III, después), hay una serie de dichos sentenciosos sobre el significado que los mortales le damos a la expresión «zorra», que no dejan lugar a duda, especialmente en su acepción femenina. Hay algunos curiosos: «La zorra va por el mijo y no come; más dale con el rabo y sacude el grano». El autor lo explica como que la persona mala, por donde quiera que pasa, deja su huella, e insiste en lo malsonante de la palabra cuando añade que «zorros en zorrera, el humo los echa fuera», para venir a decir que para librarse de las personas malvadas no hay más remedio que emplear medios eficaces. «Zorra», que no «zorro», que al instante veremos, es un calificativo que ha saltado a las conversaciones debido a una extraña sentencia emitida por la Audiencia Provincial de Murcia, en concreto por el juez Juan del Olmo (famoso por ser el instructor del Juicio de los atentados del 11-M en Madrid). En la fama sigue, al revocar una sentencia de un año a un marido peleón (que ha pasado a ocho días de localización permanente), quien le dio a su hijo el siguiente mensaje para su esposa: «dile a tu madre que va a tener que ir como las zorras, mirando por la calle para adelante y para atrás, porque en cualquier momento la voy a matar». En la letra pequeña de esta mala sentencia, llamar «zorra» a la esposa «no constituye menosprecio o insulto, si quien utiliza este término lo hace para describir a un animal que debe actuar con especial precaución». Hay palabras que causan daño. En la violencia de género -y los consiguientes malos tratos- el machismo de determinadas expresiones resulta intolerable y su mantenimiento inexcusable. A estas alturas de nuestras vidas, de un país civilizado de la Unión Europea como es España, resulta que nuestro Diccionario de la Real Academia de la Lengua describe la palabra ‘zorro’ como hombre muy taimado y astuto. Pero si vamos al femenino, ‘zorra’, ¡ya eres puta!
Que los maltratadores en nuestro país se crecen es una evidencia. Entiendo perfectamente a las organizaciones que hablan de que hechos como esta sentencia hace bajar escalones en la lucha por exterminar de una vez por todas la violencia sexista, que cada vez se cobra más víctimas. En los últimos años se han dedicado cantidades ingentes de recursos humanos, económicos, informativos y publicitarios para concienciar a los ciudadanos de que la violencia machista es un problema común de todos. Cuando alguna televisión da minutos al maltratador o entrevista a la maltratada que justifica la actitud del agresor, es que no lo estamos haciendo bien. Tampoco cuando se producen sentencias tan contradictorias, que provocan la lógica ira de organizaciones y sindicatos, y que incluso alerta dentro de la Magistratura para que los jueces unifiquen doctrina en las sentencias. No siendo lo de menos llamarle ‘zorra’ a la mujer del caso que nos ocupa, es que fue atemorizada de ir por la calle mirando para adelante y para atrás, bajo la amenaza verbal de su marido de que en cualquier momento la podía matar. Al hijo de ambos, telefónicamente, le dijo más sobre cómo veía a su madre: «en el cementerio en una caja de pino». El acusado rebajado en su pena tiene en su negro currículum de violencia doméstica una condena de 31 días de trabajos en beneficio de la comunidad y prohibición de acercarse a su esposa por un delito de malos tratos en el ámbito familiar. Es decir, que aún lloviendo sobre mojado, hay que masculinizar ese otro refrán de Alonso de Barros para concluir que «el zorro mudará los dientes, más no las mientes», lo que significa que este violento en cuestión la volverá a hacer. ¿Qué pasará entonces? Nos lamentaremos, que es el deporte nacional por excelencia que mejor practicamos.