Alemania sabe bien lo que fue el expolio nazi de obras de arte usurpadas a familias judías y países ocupados. Primero robadas, posteriormente los lienzos colgaron en las mansiones de quienes perpetraron el Holocausto en campos de extermino como Auswitch. Aquel rencor cultural sigue vivo. Quedan cientos de litigios judiciales pendientes y siguen apareciendo nazis y los escondites donde se hayan cuadros geniales de los artistas más importantes de todos los tiempos, desde Velázquez a Cézanne, Matisse, Renoir, Manet, Dalí o Picasso. Perdón por entrar tan fuertemente, pero es por la indignación ante el hecho de la venta por parte del Estado de Portugal de 85 cuadros de Joan Miró. Aún siendo propiedad de los portugueses, hay que subastarlos para ver si se pagan por ellos una millonada, y el país vecino continua con una política surrealista (como algunos cuadros), que le ha impuesto principalmente Alemanía para poder así percibir rescates rápidos de la Unión Europea. Si llegan a venderse, sus compradores deben saber que jamás se zanjará la reivindicación de que vuelvan a su país de origen.
Porque verdad es que Sotheby´s ha parado la subasta de estos Mirós, pienso que ante la duda de si no pertenecen a un expolio por demostrar, y quien sabe si un nuevo gobierno en Portugal no pararía hasta que sean devueltos a la nación lusa. No sé si es virtud o defecto en los tiempos que corren, pero me tengo por un tipo muy corriente y normal, a sabiendas de que se compensa mayormente el comportamiento y las declaraciones marcianas. ¿Alguien imagina que España vendiera El Prado con todo lo que contiene? No me quiero obligar a una respuesta rotunda, visto lo visto que sucede en Lisboa, una de las grandes capitales de la Unión Europea. La historia y cultura de Portugal son riquísimas. Un país que, literalmente, se vende, como se planteó intencionadamente en su día que Grecia vendiera sus islas al mejor postor. ¿Es necesario llegar a decisiones tan aberrantes? Rotundamente, no. Cuando a un pueblo le extirpas sus raíces, como es malvender su arte, está servida una historia por escribir de un nuevo expolio del que los silencios internacionales, y especialmente de los ciudadanos portugueses, no serán cómplices jamás.