Pensar como siempre – las cosas son a, b y c -, es el mayor freno que ha sufrido siempre nuestro mundo para arreglar sus viejos problemas. Los millones de parados actuales, que meditan sobre su futuro con mucho temor, hacen necesario activar las neuronas para pensar nuevas fórmulas que hagan de verdad que esta sociedad viva de pleno, con equilibrio, trabajo y sin hambres, dentro de un siglo XXI que hasta la fecha está siendo un fiasco y un asco, las dos cosas. Los viejos pensadores están barrigudos y anestesiados, y los nuevos filósofos están por despuntar, mientras las universidades ya no prometen siquiera ser las mejores y propiciar trabajo al salir de ellas, no sea que las vayan a poner un pleito legal. No desesperemos: las buenas cabezas, ahí están, por descubrir aún.
Estos malos tiempos que parece que han venido para quedarse un largo periodo, requiere de ese nuevo pensamiento social. Lo social debe estar a la cabeza de todo lo demás. Porque de lo justo se deshoja una economía mejor distribuida; un ahorro compartido más por los ricos que por los pobres; así, gastar quien más puede; en recuperar el respeto al planeta; en levantar entre todos los recursos energéticos no contaminantes; y en dar una oportunidad de vida real a todo ser viviente, teniendo sus necesidades básicas cubiertas. Este nuevo pensamiento no puede permitir crisis para ricos que amasan más, y llevar a millones de ciudadanos en todo el mundo a vivir en la calle, sin más garantías que la limosna y lo que puedas recoger de la basura. La bandera del mundo debe ser recomponerse desde los principios de una ciudadanía garante de todo lo demás. Ha habido momentos en nuestra historia en que han aparecido líderes o tomado decisiones transcendentales que han hecho posible que llegáramos hasta aquí, sin matarnos antes con las bombas atómicas. Pero se hace necesario escribir nuevas páginas de este libro llamado mundo, que gusta más a quien lo tiene todo, y es rechazado por los oprimidos por el paro, el hambre, el lugar seco donde te ha tocado nacer, las guerras, la avaricia, los desmanes del poder dictatorial, las afrentas religiosas, o el pisoteo de unas naciones a otras. Lo dicho: está por descifrar ese nuevo pensamiento para malos tiempos, pero que suponga en si mismo un resurgir de todos nosotros, y sirva para las generaciones venideras.