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UN MUNDO QUE CONDENA LA BARBARIE PERO NO LA FRENA

En medio de la tremenda manipulación informativa que vivimos, hasta las palabras de rechazo que se pronuncian en foros internacionales sobre actuaciones absolutamente repudiables, como Gaza, se convierten en vacías, por inservibles. En Nueva York salen a la tribuna de la ONU dirigentes de todo el mundo, para hablar de esta guerra y que se pare. Pero ellos ya no deciden nada. Únicamente es Donald Trump el que marca el camino, hablando de una paz imposible. Irrealizable sí, porque se basa en muerte, destierro, hambre, enfermedad y desolación. Y una vez que esto se consume, empezar a construir en el lugar hoteles y casinos para ricos.

Tras leer los planes que Estados Unidos e Israel tienen para Gaza, me pinchan y no sangro. Se basan en echar a todo el pueblo palestino de su territorio, 2,3 millones de personas, matar indiscriminadamente, para convertirlo posteriormente, textual, en “paraíso de finanzas, el turismo y la tecnología”.

Desde luego, rebajo la confianza en este mundo y nuestra civilización, creencia que en los últimos años aumenta y disminuye, según los acontecimientos escalofriantes que se producen, y provienen mayormente de la maldad humana. Pero las palabras no paran a los tanques que solo obedecen las órdenes de Donald Trump, Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu. Incluso hace ya tiempo que la ONU y sus buenistas declaraciones ya no suponen un alto el fuego inmediato para ninguna guerra que se produzca en cualquiera de los continentes. Mandan los poderosos y sus arsenales militares. Lo apreciamos en Ucrania, 13.000 muertos (2.400 niños), y le sigue el genocidio de Gaza, 67.000 muertos (más de 20.000 niños).

Es evidente que las naciones, agrupadas así desde 1945 en lo que se conoce como la ONU, ya no hablan un mismo lenguaje de paz. Ha sido evidente en la reciente asamblea de este organismo, radicado precisamente en Nueva York. Mientras el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, hablaba de la defensa del derecho internacional y de la magnitud, muerte y destrucción en Gaza, Donald Trump, el que manda realmente, pensaba en  recuperar los rehenes israelíes en manos de Hamás, al tiempo que descalificaba a la propia ONU: “Solo sirve para escribir cartas enérgicas y hablar con palabras vacías”. Con esta actitud, poco vale lo que hubieran dicho en la tribuna presidentes de otros muchos países.

De hecho, y de espaldas a Naciones Unidas o el reconocimiento de Palestina, Trump lo tiene ya todo atado con Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Catar, Egipto, Jordania, Turquía, Indonesia y Pakistán, en la presentación de la Franja de Gaza como un futuro lugar vacacional. Además de dar su aprobación a tan irracional plan, los citados pondrán financiación y fuerzas militares para hacer posible la construcción de los resorts para turistas ricos. Si no fuera porque lo reflejan así medios de comunicación de todas partes, no le hubiera dado crédito desde el minuto uno a semejante locura y atrocidad de plan totalmente inhumano. Y aún nos queda por saber mucho más, la letra pequeña, del contrato para repartirse la zona entre Estados Unidos e Israel.

“Es evidente que las naciones, agrupadas así desde 1945 en lo que se conoce como la ONU, ya no hablan un mismo lenguaje de paz”

Gaza y los planes todavía secretos para este territorio me recuerdan a Jean Paul Sartre cuando dijo que cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren. Bezalel Smotrich (este nombre no merece ir destacado en negrita) no les sonará de nada, pero es el ministro israelí de finanzas. A él pertenece esta declaración: “Hemos invertido mucho dinero en esta guerra, tenemos que ver cómo nos repartimos la tierra en porcentajes. La demolición es el primer paso de la renovación de la ciudad, algo que ya hemos hecho. Ahora solo necesitamos construir”.

El tal Smotrich no se corta un pelo en aclarar lo que siempre se ha pensado de los conflictos bélicos, que son al tiempo un gran negocio para unos pocos. En el caso palestino ha habido, es innegable, hechos aberrantes de una parte y de otra, con rehenes de por medio que aún están por liberar. Pero en esto, que aparezca de repente el tema inmobiliario, y que además haya dirigentes norteamericanos e israelíes que precisamente se dedican al negocio, resulta inaceptable, denunciable, y habría que impedirlo en lo que supone echar de su tierra, por las buenas o por las malas, a millones de personas. No olvidemos que también se las está matando de hambre e impidiendo el trabajo sobre el terreno a organizaciones humanitarias y sanitarias, que estas sí que denuncian a diario lo que sucede en la Franja de Gaza.

¿Y qué puedo añadir de Donald Trump que no haya escrito antes? Como Putin que se cree el líder más democrático del mundo y se compara con Gandhi, cada vez que abre la boca el presidente norteamericano y pronuncia la palabra paz, brotan más guerras y se recrudecen otras. Cuando escribo este artículo de opinión, ha presentado a países seleccionados que he citado atrás algo que llama “Plan de 21 puntos para la paz en Oriente Medio y Gaza”.  No cita ninguno de estos puntos. Tan solo se limita a decir que el plan “aborda las preocupaciones de Israel, así como las de todos los vecinos de la región”. Es decir, que se va a continuar con la desocupación a la fuerza de los habitantes legítimos de la Franja, y me temo que seguirá adelante ese alucinante proyecto inmobiliario de convertir la zona en lugar vacacional y de ocio para ricos, además de nuevo paraíso fiscal. Cuando se conozcan los 21 puntos, si he de rectificar en algo, lo haré gustoso, ya que, además, Trump presenta cada día algo diferente.

El genocidio de Gaza y la expulsión a la fuerza de todos sus habitantes solo va a propiciar un aumento del conflicto. Trump ha dicho también que Palestina jamás será reconocida como estado. Si incluso se les quita la tierra en que habitan, no sé qué territorio soberano se puede reconocer. Vaticino que la región no vivirá pacificada, porque si se levantan medidas nuevas que se basan en la injustica, además de la muerte, el hambre y la enfermedad sin asistencia permitida, todo esto no se puede llamar en absoluto plan de paz. Siempre estoy seguro de los titulares que pongo a mis artículos, pero el de hoy me convence más si cabe, un mundo que condena la barbarie, en la ONU, pero no la frena. Trump ha comparecido también en la Organización de Naciones Unidas, pero para proclamar que lo que se dice allí no sirve de nada. Los hechos, esta vez, le dan la razón. De paso, ha enterrado a la ONU.

“Cada vez que abre la boca el presidente norteamericano y pronuncia la palabra paz brotan más guerras y se recrudecen otras”

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