Desde Naciones Unidas, en la cuerda floja con Trump, el gran humillador, trasciende que la paz no solo es ausencia de conflictos. También es un proceso participativo, donde se fomenta el diálogo, el mutuo entendimiento y la cooperación. Con semejante análisis, entenderán que no comparta una paz que arrebata al país invadido los territorios ocupados por el invasor, y que obliga a que le exploten sus riquezas, las tierras raras de Ucrania, consideradas como el petróleo de este siglo. Renace el colonialismo. Sí, América para los americanos, pero Ucrania para las grandes potencias, sin contar con los ucranianos, y al tiempo se extiende la eurofobia.
En una brevísima lección de historia, voy a empezar por recordar que aquellos países que contaban con colonias las administraban atendiendo a sus intereses, bajo un gobierno directo o indirecto. De aquello surgió un diferente tipo de colonialismo, según se tratara de repoblar los territorios conquistados, de explotarlos o de levantar protectorados. Podría pensarse que España fue la nación más colonizadora y nos equivocaríamos. Nada parecido a lo del Imperio británico, que antes de la II Guerra Mundial contaba con enclaves en todas las zonas horarias del mundo.
De un año para otro, la situación bélica que se mantiene en Ucrania, debido a la invasión del ejército ruso, ha pegado vuelco tan impresionante, que lo que se debate en torno a su paz ha devuelto a mi mente el término de colonialismo. Hasta ahora, las grandes cuestiones que están encima de la mesa para que Rusia deje de bombardear territorio ucraniano es quedarse con todas aquellas zonas que ya ha conquistado, que representan casi un 20 por ciento de la extensión de Ucrania. De otro lado, potencias como Estados Unidos y Francia (sobre este último país y su posible giro ya avisé) solo piensan en apropiarse de algo desconocido hasta ahora, por su denominación: tierras raras. Dicen los expertos que son el petróleo del siglo XXI, ya que este tipo de suelo contiene minerales esenciales para los sectores energético, tecnológico o militar. Al desempolvar lo del colonialismo, no hago otra cosa que ser riguroso con su significado real: un Estado controla y explota un territorio ajeno al suyo. ¡Pobre Ucrania!
Con Francia tan interesada (lleva meses de conversaciones para llegar a un acuerdo y llevarse su parte de esas tierras raras), Europa seguirá desubicada, en actitud mayormente silenciosa, para no molestar a uno de sus socios privilegiados, en lo que se presupone una Unión Europea que regresa al viejo eje París-Berlín. Otros países, como España, que sigue dando dinero a Ucrania no se sabe bien para qué, no tienen nada que hacer ya ni en la guerra, la paz y la postguerra de la reconstrucción, controlada por los vencedores: Rusia, Estados Unidos, y los aliados directos que escoja solo Trump, caso de Francia, con la figura tan controvertida que es su presidente Enmanuel Macron. Desde la partición de Europa en dos, tras la Segunda Guerra Mundial, incluida Alemania, no se había visto cosa igual. América para los americanos, Rusia para los rusos y Ucrania para todos.
“Desde la partición de Europa en dos, tras la Guerra Mundial, no se había visto cosa igual. América para los americanos y Ucrania para todos”
El nuevo orden impuesto por Trump y Putin está también a la espera del porvenir de las grandes instituciones de carácter mundial, que han tenido total protagonismo respecto al equilibro en asuntos trascendentes como la paz, el desarrollo, la educación, la sanidad y, desgraciadamente, no podemos dejar de señalar lo militar. Así, podemos citar la ONU (Organización de las Naciones unidas: tocada), la FAO (Organización Mundial para la Agricultura y Alimentación: tocada), el FMI (Fondo monetario Internacional: decide Estados Unidos), la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura: tocada), la OMS (Organización Mundial de la Salud: sentenciada) o la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte: tocada).
Si hace unas semanas la cuestión era qué o quién le puede parar los pies al presidente norteamericano, en busca de un necesario equilibrio, ahora el escenario es que no para de recibir visitas de mandatarios internacionales en la Casa Blanca, desde el presidente francés al ucraniano, Zelenski, al que insulta y falta al respeto frente a las cámaras de televisión. Y todos hablan en un mismo lenguaje que podemos definir como de acatamiento, recibir órdenes y cumplirlas. Poco parece importar que las propuestas que se presenten tengan un triple tinte de surrealistas, irresponsables y generadoras de más tensión mundial. Solo así se puede definir el proyecto para Gaza, sin que lo habiten sus legítimos habitantes, como son los palestinos, o esta paz para Ucrania, con aspecto colonizador y de explotación y enriquecimiento externo de sus recursos naturales.
Ya si hablamos del chantaje de aranceles para todos los que quieran exportar a los Estados Unidos, crece aún más la indignación, pero también el desconcierto. Estamos viendo como países cercanos a Washington como México o Colombia siguen al pide de la letra la nueva política económica y migratoria del presidente republicano. “El arte del trato”, lo llama el presidente humillador. Solo los países incondicionales, como Argentina, parecen librarse de lo que le depara a Canadá, China o la Unión Europea, continente este último en el que el jefe de Elon Musk y de James David Vance, sus más acérrimos jaleadores, tiene puesta su mirada, pero para mal.
Voy precisamente a terminar hablando de la UE. Con el panorama descrito, y el avance imparable de eurofobia y euroescepticismo, la gran pregunta es qué hacer. Sí, ¿qué hacer con la Comisión Europea? Burocracia, desunión, avaricia, incumplimientos, pactos para no cambiar nada, inmigración, inseguridad, Agenda 2030, mundo rural, ecologismo, jóvenes, vivienda y las aportaciones de unos y de otros, son los debates que en mayor o menor medida calan entre los ciudadanos con nacionalidad europea. No hay avances, al contrario, algunas de estas situaciones se enquistan o van a peor. Acaba de ser nombrada la nueva Comisión Europea, que dirige la misma persona desde hace 6 años, la alemana Ursula von der Leyen, y este órgano y sus miembros están ya cuestionados. Trump-Putin-Xi Jim han de tener en frente a otro gran líder del viejo continente que aún está por llegar. Como empiezan a serlo tantos, y desde todos los ámbitos, no quiero ser agorero sobre el futuro porvenir de Europa, pero sin cambios, que van desde las caras, los acuerdos y los hechos, el camino que tenemos por delante frente a Estados Unidos, Rusia y China, va a ser muy espinoso. Nada bueno para los ciudadanos europeos, que son los que realmente interesan, algo de lo que debe darse cuenta la eterna burocracia instalada en Bruselas, que ha de dejar de mirar para sí.
“Los ciudadanos europeos son los que realmente interesan, algo de lo que debe darse cuenta la eterna burocracia instalada en Bruselas”