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TURISTAS QUE VIENEN, ESPAÑOLES QUE SE VAN

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Ni Europa, ni Obama, ni la amistad del Rey con los árabes, ni nada más, porque a la Merkel ni la mento. Lo que ha contribuido a que las arenas movedizas de la economía no enterraran todo ha sido el turismo, como en los años sesenta y setenta, con Franco. Ya no es aquella España del botijo y la boina, pero siguen pareciéndose por la emigración masiva, con el pequeño gran detalle de que hoy se incentiva desde la televisión, con eso de españoles por el mundo, ¡qué curioso!, todos con éxito, porque no sale uno al que le vayan mal las cosas. Los millones del turismo de antes iban al desarrollo, a becas y a crear perspectivas, pero los de ahora van a pagar sólo pufos. Vienen millones de turistas de todos lados a gozar y descansar en un país que

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tiene completamente estresados a sus propios habitantes. El noruego gana lo suficiente para llegarse en verano a la costa española, y el asalariado nacional se debate entre cómo ahorrar, gastar menos, y darle una salida a sus hijos que no está alejada de marchar por esos mundos de dios, a ver si un buen día también aparecen en los programas de españolitos dispersos. Imposible desprenderte del aldeanismo, si Cine de Barrio repone cada dos por tres “Bienvenido Mr. Marshall”.

Aquel era cine con mérito: reproducía la pobreza, y al tiempo hacia reír. La alegría de los actuales españoles está en manos del paro y de los sueldos estrechos. Ya no disfrutamos como antaño ese dato de ser una de las primeras potencias turísticas del mundo. ¡Ahhh, dónde ha quedado aquella costumbre tan nuestra de ser los mejores en todo, aunque fuera mentira! Vivíamos satisfechos con la exageración sobre todo, aunque fuera más producto de la imaginación. Era como un estado de ánimo de querer comerse lo que viniera por delante, sacando siempre pecho. Nunca pensé que podría echarlo de menos, ahora que emigran científicos, médicos, ingenieros, estudiantes, trabajadores y familias enteras. A un país no lo descompone el intento de una parte de su territorio de querer la independencia. Son las oportunidades las que merman o te reencuentran con la tierra donde naciste. Los turistas, vienen y van, olvidas pronto sus rostros. Pero el sentimiento de nacionalidad del joven español a punto de partir, sin billete de vuelta, es la fuente (seca) en la que bebe de la confianza que ahora no tiene. Todo lo demás, incluso rodeados de turistas, es un mero y estéril espejismo.

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