Publicado el 26 de abril de 2010 en el Diario Montañés
Hay una vieja creencia social en Cantabria acerca de una determinada tendencia a barrer más para fuera que para dentro de nuestra casa. Evidentemente, la similitud de la casa está referida a empresas e instituciones de todo tipo, y a su forma de actuar en un determinado momento. Explicado más al detalle, es algo así como pensar que es mejor un profesional de fuera que nacido aquí, y lo mismo cabe imaginar de un producto fabricado en otra región distinta a la cántabra. El valor que se da un pueblo asimismo está estrechamente relacionado con su permanente personalidad y desarrollo diario. Hablar de lo ajeno siempre como el mejor ejemplo a seguir, termina por crear una mala tendencia, y, además, no es verdad. En la misma sociedad local existe otra creencia sobre la mayor facilidad que existe para establecerse y trabajar en Cantabria, en contraste con la dificultad de abrirse camino en las comunidades autónomas denominadas como nacionalistas. La Europa sin fronteras es hoy más bien una idea genérica, donde los franceses defienden con uñas y dientes la leche de sus vacas, los alemanes su maquinaria pesada, y los italianos las licencias para fabricar sus conocidos coches en los nuevos países, antes del Este, que anhelan incorporarse a la Unión Europea. De hecho, la ampliación europea pinta más como una apertura de nuevos mercados económicos que un reforzamiento del viejo continente y sus valores, de ahí la crisis de entendimiento que hay con los ciudadanos al respecto, aunque no es esta la causa principal.
Una grave crisis económica como la que padecemos a nivel mundial, nacional y autonómico, acarrea casi siempre una opinión que se inclina a proteger lo más cercano a nosotros: defender nuestras fábricas, nuestras empresas, a nuestros autónomos, el empleo existente y el que está por crear. Los cántabros debemos ser los primeros en encontrar oportunidades de todo tipo en tierra propia. Pensar algo así no tiene porque chirriar, al menos en exceso. Lógicamente, unos padres prefieren que su hija en edad laboral encuentre empleo primero en Cantabria, y luego pensar en buscarse la vida en otras ciudades, cuando aquí has enviado tres veces tu currículo a todas las empresas con posibilidades de contratarte, y nada. Si una virtud tiene nuestra tierra, es lo abierta que es a instalarse en ella. Casi siempre se habla de Madrid, como gran ciudad acogedora, pero pocos territorios tienen el perfil de nuestra región como lugar de acogida, en muchos sentidos, pero quiero referirme especialmente al empleo. Somos tal, que muchas veces olvidamos ese principio de unos ciudadanos ligados al lugar en que hemos nacido y ese lugar con nosotros. Se puede tocar directamente cualquier sector, pero cuando abres el abanico está la política, la economía, la cultura y también lo social. Por ejemplo: tengo muchos amigos en las artes, buenos de verdad en lo que hacen y crean, que me lo recuerdan casi de continuo. En muchas ocasiones se enteran por la prensa de proyectos culturales de diferente ámbito y distintas instituciones (no me quiero referir a ninguna en concreto) que van a ser dirigidos por alguien que no conoce Cantabria. No hace mucho, las empresas de la construcción reclamaban mayor atención, seguros de poder afrontar cualquier obra como la mejor multinacional española del sector, o mejor, ahora que se trata de invertir más en todo tipo de infraestructuras para contrarrestar la crisis y el pinchazo inmobiliario. Cuando estoy escribiendo este artículo, me hunde la noticia de una nueva empresa cántabra, esta vez de pinturas, que cierra. Ha cerrado por la crisis, pero también por la incomprensión de esa falta de velar más por lo nuestro, de dar trabajo a los de casa. No niego que, hay ocasiones, en que no entiendo eso de preferir antes lo desconocido a lo conocido. Si le preguntas a un catalán (yo he vivido allí), nada tiene de malo que te conteste que lo primero y lo mejor es lo suyo. Luego, puede haber interpretaciones, incluso críticas, acerca de nacionalismos exacerbados, aldeanismos trasnochados, o un proteccionismo que choca de frente con los fines para los que fue creada la Unión Europea. ¡Ya..! Una cosa es la economía global y otra muy distinta hacer el canelo. Cantabria tiene hoy, ahora, un número importante de parados que son los que realmente importan. Ofrecerles una salida, y una salida rápida, tiene que estar en el anhelo de todos. Y, efectivamente, aunque soy consciente de que puede sonar mal o chirriar, lo primero son nuestros parados y nuestros hijos que están buscando un trabajo.
Para reiniciar el desgastado chip actual, en ocasiones se requiere de hablar en voz alta y reconocer el problema para abordarlo mejor. Nuestros jóvenes han recibido una mejor educación que nosotros (sí, mejor), porque están más viajados, se manejan mejor en otras lenguas y no digamos en nuevas tecnologías con Internet a la cabeza. De regreso a casa, muchas veces su comentario es que como Cantabria no hay nada, pero no valoramos suficientemente lo que tenemos y a nuestras gentes. Algunos de los mejores empresarios, grandes ejecutivos, profesionales varios o artistas en el ámbito nacional son originarios de Cantabria. Impregna orgullo comprobar que en cualquier cosa que emprenden en su profesión, lo primero que sale de su boca es la palabra Cantabria. Al hablar con ellos, tampoco es difícil que opinen que hay ocasiones en que los mayores detractores de su trabajo militan en casa, y no les falta razón. Da coraje las veces en que no hemos sabido o no hemos querido reconocer el trabajo de alguien concreto. Desde ese escritor que es llamado de todos los puntos de España para dar una conferencia, menos aquí; a ese empresario que las está pasando canutas y que sólo pide que con el trabajo que pueda surgir en su tierra, un poco sea para él, y salir así adelante. Porque, otra cosa bien distinta, es que haya trabajo, y se lo den primero a los de fuera que a los de casa.