El día 30 de agosto, las calles de Torrelavega volverán a llenarse de ciudadanos en apoyo, solidaridad y reivindicación de soluciones para la fábrica de Sniace. Deberían acudir también a la manifestación los miembros de su consejo de administración, y poner en práctica eso que dice el escritor colombiano Gabriel García Márquez: “que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”. Plantear echar a la calle a casi 600 trabajadores de Sniace, es de facto cerrar la planta, y es de hecho meter una puñalada mortal a Torrelavega en su yugular industrial. ¿Es posible la supervivencia industrial de esta comarca, hoy por hoy, con lo mal que están las cosas, sin Sniace, uno de sus pocos emblemas laborales que le van quedando. Sencillamente, no. Aquí se habla de reunir a tres bandas para intentar soluciones: el Gobierno de Cantabria, el Consejo de Administración y el Comité de Empresa. Encima de la mesa: ayudas. Ayudas para paliar la situación medioambiental y energética de Sniace, quiero decir lo mucho que pagan por ello.
Amigos, cuando se quiere, se puede. Pero yo veo más lejos: una actitud de la empresa de no querer (o no saber) qué hacer. ¿Quieren seguir produciendo? Hablar de pérdidas económicas en el primer semestre de este año, con lo que
está lloviendo para las empresas en todo el país, déjenme que me equivoque, pero no es suficiente argumento de peso para cerrar a cal y canto una fábrica que me atrevo a decir que es marca y referente de España, no sólo de Torrelavega y Cantabria. Por eso, de intervenir también, lo debiera hacer hasta el Ministerio de Industria, que le veo un tanto ausente en todo esto.
El grupo industrial de Sniace lleva años sorteando los problemas derivados de las nuevas legislaciones medioambientales que van surgiendo, recibiendo
ayudas importantes, y saliendo a la palestra de lo que vale producir pagando tanto por la energía y otros impuestos. Ya sabemos que en España se paga mucho por todo, demasiado. Ni esto, ni las pérdidas que la industria en general española tiene ahora, es exclusivo de ellos. La química y papelera no produce precisamente arados, que quedaron atrás con el tractor. Su producción es una producción que tiene aún futuro por delante. Quedan pues sus costes de producción, derivados en gran parte de las altas tasas que abonan. En los últimos meses se ha hecho hincapié en dos: la rebaja del céntimo verde y la nueva fórmula con la que se pretende compensar la supresión de primas de la reforma energética, los que mayor impacto económico tienen en las cuentas de la empresa. Hasta que llegó el órdago terrible y amargo de la dirección de la empresa: ¡todos a la calle! Contra esta bravuconada, toca decirles y convencerles de que esto no es posible porque Torrelavega, sin Sniace, está tocada de muerte. Y toca hablar, ponerse de acuerdo en todo lo que se pueda, y seguir adelante.