Son dos realidades que la ciberdelincuencia (o si lo prefieren estafarnos por Internet) crece sin parar, al igual que la gran mayoría de ciudadanos no sabemos cómo actuar cuando recibimos un mensaje de estos que pide nuestros datos o directamente los números de la cuenta corriente. Vivimos una invasión de intentos de estafa, vía correo electrónico y móvil. Los perjudicados se cuentan por miles. Mientras, no se aprecia que los organismos competentes, suplantados igualmente en su identidad, tomen las medidas necesarias para tanto ladrón como hay dentro de las redes, en general.
¿No les ha ocurrido hacer una gestión por Internet, y al poco recibir un email o mensaje de móvil de alguien enterado de tu petición que te ofrece sus falsos servicios o directamente pide dinero? A lo mejor es que Internet no era tan seguro como nos hacían creer. Es tal la salvaje invasión que los ciudadanos españoles estamos teniendo con estos mensajes falsos, que ya no distinguimos si ciertamente es nuestro banco el que nos escribe e informa, o la mano farsante de quien pretende capturar tus datos para quedarse con tu dinero. Pocos ciudadanos quedan ya ajenos a estos sucesos, y son los que viven al margen de las tecnologías (tendencia creciente como el no al móvil en las escuelas).
Han tardado lo suyo, pero los medios de comunicación se hacen ya eco, de manera continuada, de cada nuevo fraude. Lo malo es que cuando se informa son miles de ciudadanos los que ya han caído en estos timos, y creo que nadie es ajeno a protagonizar algún caso, porque los timadores cada vez lo hacen mejor. Tenemos Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, pero opino que los españoles no estamos suficientemente protegidos ante esta moderna manera de delinquir, frente a la que los estafados no tienen forma directa, y sobre todo rápida, de reaccionar. Cuando pinchas indebidamente en un enlace, tu vida puede dar súbitamente un vuelco, porque te roben los ahorros de toda una vida. Hay que decirlo así, porque cada vez resultan más habituales este tipo de casos extremos, de perderlo todo.
La digitalización se ha llevado a cabo de forma muy rápida, pero ha faltado lo fundamental: formar e informar a la ciudadanía. Instituciones, organismos y, por supuesto, empresas, cada vez se protegen más de la ciberdelincuencia, especialmente mediante la contratación de buenos informáticos, incluso antiguos hackers. Siendo esto así, nadie vela debidamente por los ciudadanos y el uso que puedan hacer de sus ordenadores y otros dispositivos tecnológicos, sin ser invadidos de mensajes falsos, ante los que no saben cómo actuar. Rotundamente, ha faltado de inicio una educación digital, que guiara por el buen camino a todos los que diariamente manejamos tecnologías.
“Nadie vela por los ciudadanos y el uso de sus ordenadores, ha faltado una educación digital que guiara a los que manejamos tecnologías”
Hago un descanso para tomar agua y cuando vuelvo a sentarme frente al ordenador, ya me han mandado este SMS: “ DGT: Último recordatorio antes del aumento de su multa pendiente de pago. Consulta tu expediente en este enlace…” Y, claro, yo no tengo ninguna multa pendiente de Tráfico, pero tampoco me cabe en la cabeza cómo se atreven incluso con estos altos organismos, caso de la Dirección General de Tráfico, que hasta hoy teníamos en tan alta estimación. A los contribuyentes nos invaden con mensajes falsos como este, mientras que a los que suplantan los cacos dejan su reputación por los suelos. Algo asíno se puede permitir, y menos cuando se trata de ministerios y sus departamentos correspondientes.
Es tremendo tener que escribir que casi la mitad de los españoles han sido víctimas de una estafa o intento de ella por Internet. En concreto, y son estudios de este mismo año, el 47,4 por ciento de la población, un dato altísimo a la vez que super preocupante, dado a conocer por el Centro de Investigaciones Científicas, el famoso y cuestionado CIS. Este mismo estudio habla de que 8 de cada 10 españoles declara haber recibido correos electrónicos y mensajes de móvil, en los que se les pide información personal o financiera, que en ningún caso hay que dar, añado yo.
Que la desinformación y el riesgo es general, lo que quiere decir que le puede pasar a cualquiera, lo demuestra el hecho de que a un 77,2 por ciento de españoles se muestra preocupado por el acceso no autorizado a información personal y, en concreto, porque le roben su identidad. A 76,8% le alarman los delitos sexuales en la red, en aumento, mientras que hay un 74,3 por ciento que se fijan más en los enlaces fraudulentos, a través de mensajes de móviles.
Aunque la conclusión de este estudio del CIS es que la ciudadanía española está concienciada con los peligros de Internet, y toma precauciones para ello en el acceso a determinadas webs o compras online, mi opinión difiere mucho de tan optimista valoración. Los datos avalan mi posición. Seis de cada diez encuestados reconoce no tener conocimientos sobre seguridad y protección de datos personales en Internet. Hay un 36,6 por ciento que dice tener mucho o bastante conocimiento. Tampoco me convence. Y es que resulta que el 61,3 por ciento de quienes más sufren las estafas o intentos tienen una edad comprendida entre los 25 a 34 años. Si esto ocurre con los llamados nativos digitales (que se las saben todas sobre Internet, redes y demás tecnologías) no quieran pensar lo que sucede con el resto de ciudadanos, de mediana edad para arriba. En la mayoría de los casos, no saben cómo actuar cuando reciben mensajes fraudulentos, tampoco cuentan con personas cercanas que les puedan aconsejar, y ni saben ni tienen costumbre de llamar o acudir a algún organismo del Gobierno de España, el autonómico o ayuntamientos en los que se les pueda asesorar al respecto, o directamente ayudar cuando han sido estafados.
De Internet se dice que es el mayor acceso libre a la información de todo tipo. No seré yo quien ponga en cuestión este gran servicio a la humanidad, que personalmente me encanta utilizar. Todo ello no debe restar valor al hecho de que se ha convertido en un canal muy peligroso, tanto para la infancia, como para una ciberdelincuencia que crece sin parar, y frente a la que nadie de los que deben hacerlo pone freno para proteger a los ciudadanos como es debido. Así, no es de extrañar que la delincuencia se haya disparado, fuera y dentro de Internet. A la España actual es aplicable del todo el viejo refrán de que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
“Internet se ha convertido en un canal peligroso para la infancia como para la ciberdelincuencia, que crece sin parar, y frente a la que nadie pone freno”