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SOS DEL PEQUEÑO COMERCIO

Publicado el 29 de enero de 2012 en el Diario Montañés

            Casi sin darse cuenta, el pequeño comercio ha pasado de la ebullición a la evaporación y con ello a echar el cierre. Cada vez que un medio de comunicación publica que otra firma de toda la vida ha colgado el cartel de cerrado por cese de negocio, se me revuelven las tripas y me entra una rabia que tardo en sosegar. ¿Es que no se puede hacer nada para acabar ya con esta sangría de nuestros comercios de siempre? Los autónomos están bien jorobados, esa es la pura verdad. Vienen esperando como agua de mayo medidas, cambios, reformas, que hagan recapacitar la actitud de los consumidores para que volvamos a echar mano de la cartera y gastemos con medida, pero a fin de cuentas consumamos. Muchos negocios han venido aguantando y apuntalan con los ahorros de los propietarios, ganados con el esfuerzo de toda una vida como para que se vayan en dos días si la economía no cambia de una vez por todas. Hablar ahora de más recesión en este año y para el que viene angustia al más frío de los mortales que está  delante o detrás de un mostrador. Los Estados, los Gobiernos, los mercados, son términos muy gigantescos que no se paran en el caso por caso de las pequeñas y medianas empresas que se cierran cada día en este país y en esta región en concreto. Ser emprendedor y volver a empezar, se dice también muy fácil. Con 25 ó 30 años, es una cosa, pero a más edad, es otra ya muy diferente. En cierto momento de mi vida me convencieron de que la primera cuestión de la democracia y los gobiernos que la sustentan es hacer felices a los ciudadanos. Aquí, las carantoñas van por barrios. Los que tienen el dinero a buen recaudo en islas donde no te preguntan nada por meter maletas de dinero en sus bancos, la crisis les importa un bledo. Y me importa más bien nada que lo que acabo de decir suene a demagogia.

            Muchas empresas, muchos trabajadores, están en el paro o echan la persiana para no volver a subirla, pero no por ello dejan de ansiar expectativas y querer reubicarse en una sociedad en la que para ser algo tienes que generar un sueldo o ingresos. La cadena de cierres de locales es peligrosa porque da tufo a contagio. Los pequeños empresarios necesitan de ayudas hoy mejor que mañana. El dinero de los impuestos que suben hay que reinvertirlo en programas que eviten más calamidades empresariales y personales. El panorama que ven los jóvenes es como para no salir de casa, que es lo que siguen haciendo muchos ciudadanos para no tener que parar frente a una cafetería para gastar en una simple merienda. También digo que no hay por qué verlo todo negro y nos tenemos que ir animando, aunque para ello necesitamos noticias en positivo y no siempre negativas, a las que parece que ya nos hemos suscrito permanentemente. Tengas trabajo o no, muchos han cogido el camino de escuchar música por la radio en vez de las noticias a las horas en punto. Hasta los propios profesionales de las ondas lo dicen: “ya nos gustaría darles hoy alguna buena noticia, pero no va a ser así”. Europa, Norteamérica, la bolsa, los mercados, los rescates, la recesión, el paro y el fin del pequeño comercio porque nadie compra nada, han llegado a encarcelarnos las neuronas y no querer enterarnos de nada más, a no ser que sea bueno. Así, no es de extrañar que las señales de SOS de tiendas de todo tipo repartidas por la ciudad no nos lleguen para ver y comprar sus estupendos reclamos y rebajas.

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