Artículo publicado en el Diario Montañés el 22 de abril de 2012
Hasta los alemanes saben ya que los tres fundamentos de progreso para un español son tener piso y coche en propiedad, y dinero para alternar. El techo que te albergue es un sueño que no tiene edades y por eso, cada año, son más los cántabros que se apuntan al sorteo de viviendas de protección oficial que llevan a cabo los ayuntamientos, como es el caso de las 123 adjudicadas ahora en Santander. Incluso para muchas parejas, el casarse va detrás de que te toque primero el pisito en el sorteo que cuente con todas las comodidades, pero que como ventaja cueste menos, en propiedad o alquilado, en comparación con la vivienda libre. Se entiende así que la gente espere tantos años a ser acariciada por la diosa fortuna, o que un agraciado de estos últimos pisos santanderinos declare que – con 62 años y una pila de infartos a las espaldas- ahora es cuando la vida se porta bien con él. Sí señor, diga que sí. Me alegro por usted y por los demás mirados con buen ojo por el bombo.
Lo siento más por el resto de las 12.965 solicitudes presentadas que no subirán las escaleras de la residencia añorada. Nos queda un consuelo: que se joroben alemanes, suizos o luxemburgueses, que sólo alquilan pisos, y ya lo vemos cada vez que lo cuenta un paisano en el programa ese de la uno, “Españoles por el mundo”. Ellos pagan un alquiler bien caro y los servicios son comunitarios para todos los del portal. Su forma de vida la pasan de padres a hijos, y nosotros también. Aquí, lo mío es mío, ¡y no hay más que hablar! ¿Y por qué vamos a cambiar, oiga? Pues no, de cambiar nada: mi piso, mi coche, y mi dinero para alternar.