De puerta para fuera, somos unos gallos. Los más majos del mundo mundial. Los más guays, y nada tiene secretos para nuestra intachable conducta cívica y democrática, y, ¡por dios!, mucho menos rozar jamás el sexismo, ser machistas o racistas. Ya en el sofá de casita (nuestro coto privado) pienso y digo lo que me da la gana, porque queda de puerta para adentro.
Hay dos cosillas que me han llamado la atención de lo que ha sucedido esta semana en nuestro ámbito de vida, que nos pone a todos a tono de estar informados a través de la radio y sobre todo la televisión. La primera afecta a un jugador de primera división, a un futbolista – intocables en este país hagan lo que hagan o se metan lo que se metan-, y la segunda a un presidente de una autonomía que necesita un entrenador personal que le saque todo lo coaching que tiene por dentro.
Supuestamente, el futbolero ha tenido la mano larga con una ex novia que luego ha mostrado la cara echa un cristo, pero hete aquí que, cuando sucede el caso y saliendo de entrenar, hay aficionados que le aplauden, le animan y le jalean lo grande y majo que es. Se nos ve el plumero de los gallos que somos, ¡eeh, no me digan que no!
Vamos a lo otro. De que lo blanco sea muchas veces negro, tienen la culpa los políticos. Los pobres se las llevan todas, y no es justo. ¡Nooo!, juro que no lo digo en broma, es salir en su defensa o es para quedar bien con ellos. Es que haya un presidente que contrata un entrenador personal y cargue la factura a la hacienda de su gobierno, no es normal. Él, lo ve normal. Esto es lo malo, y extiende el San Benito de que todos son iguales, lo que vuelvo a decir que no es cierto, aunque es casi imposible de extirpar esta opinión general, mala, que hay en la calle.
Cuando se defienden estos desmanes, se hace también en plan gallo. “Yo estoy seguro de que no he hecho nada malo…”; “yo nunca he metido la mano…”; “otros lo vienen haciendo y no ha pasado nada hasta ahora…” Párese uno en el “yo” (gallo) y en el “otros” (para compartir culpas con otros gallos). Excusas de gallos de pelea que no paran de cacarear un comportamiento y hacen otro. Acostumbra a pasar con la violencia de género, la total transparencia en la administración, y esperar a meterte el dedo en la nariz mientras vas al volante de tu coche. Eso sí, a tolerantes y demócratas, tampoco nos gana nadie, ¡ya ves!