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Ricos y vacios de sentimientos

A ser rico se apunta cualquiera, porque ser mileurista conlleva estar hasta el gorro de no saber cómo estirar el dinero que de habitual se tiene para el mes.  La riqueza ha generado desde siempre dos controversias que son para el debate en la barra del bar. Una es que el dinero no da la felicidad, y la otra que es mejor tener mucho en poca medida que muchísimo que, en cambio, te puede llegar a crear auténticos quebraderos de cabeza. En fin, ya lo he dicho, es cuestión de opiniones. Escribir de ricos y riqueza es repugnante. Sí, sí, repugnante. Me baso en que el 1% de la población más rica acumula más dinero que el otro 99%.

Acabo además de toparme por casualidad con otro estudio que ha llevado a cabo un periodista británico. Se ha pasado seis meses conviviendo con algunas de las personas más ricas del planeta. Con todo lo que ha comido, bebido, dormido y disfrutado ha grabado un documental para la BBC que titula “Los ricos y nosotros”. Aunque, ni mucho menos, todo ha sido jolgorio en las mansiones, velocidad de vértigo e los Lamborghini y comodidad en los Rolls Royce. Dice el periodista de apellido Peretti que ve a los super ricos del mundo muy deshumanizados, porque viven en su propio planeta dentro del planeta Tierra. Creen que con dar de vez en cuando ayudas para vacunas en África, ya han cumplido. Nunca están contentos con lo que tienen. La peor noticia que pueden recibir es bajar puestos en la lista de los más ricos que publica periódicamente la revista Forbes. ¡Ah!, y hay otra conclusión: no entienden como son tan pocos los super ricos, ya que cacarean mucho que los demás pueden hacer lo mismo que ellos para amasar semejantes fortunas.

Más que un insulto, si alguien, alguna vez, me echa en cara que estoy deshumanizado, prometo refugiarme en un convento el tiempo suficiente para recobrar la cordura de lo que pasa a mi alrededor. Lo de los super ricos le sucede también a muchos gobiernos y sus máximos líderes. Se llama perder el pulso de la calle y no saber lo que cuesta un café o una barra de pan. Los magnates tendrían que hacer un Gran Hermano, y explicar realmente al pueblo cómo llegaron a hacer semejantes fortunones sólo con trabajo. Tendrían que abrir los Expedientes X que suponen muchas fortunas, cuyos secretos inconfesables se guardan bajo mil llaves. Y es que la realidad es tozuda: para llenar de oro la torre de Tío Gilito entran en juego factores oscuros. De esas malas prácticas financieras y económicas nació esta crisis que ha llevado al paro y a la ruina a millones de ciudadanos en todo el mundo, mientras, ¡mira tú por dónde!, los ricos se han hecho más ricos. Se ven así porque se sienten únicos y emprendedores. Quienes les tratan, dicen que tienen un punto débil:  catean sistemáticamente en sentimientos hacia los demás. ¡A ver si voy a terminar creyendo que el dinero no da la felicidad!

 

 

 

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