Junto a la crisis, que para mí ha venido más del saqueo financiero del país, la envidia nacional contribuyó pronto a la desdicha de muchas personas. Recuerdo allá por el 2005, cuando cualquiera se hacía constructor-promotor e iba aireando billetes de 500 euros por los restaurantes, al tiempo que calificaba al resto de mortales como tontos del culo por no dedicarse a lo mismo. Está también todo ese ejército, ahora en la ruina, que no paró de comprar apartamentos, llenarse de hipotecas, y que ahora viven de nuevo con su madre, no sin antes haber vivido también en un castillo de naipes que se cayó entero, porque no contaban con esta tremenda crisis, con tanta corrupción, y con todos estos que se lo estaban llevando caliente y no paraban de sacarlo de los cajeros, a cualquier hora, cuanto más, mejor. Han manchado España para muchos años, y decir lo contrario es pura propaganda.
Cuando se dijo desde instancias gubernamentales, bancarias y periodísticas concretas, que en España vivíamos por encima de nuestras posibilidades, se faltó gravemente a la honra de millones de españoles que se comportan de manera normal. La prueba son los preferentistas, ancianos la mayoría, a quienes robaron sin escrúpulo alguno. Toda una vida habían ahorrado 50 o 60.000 euros, con los que muchos ladrones pagaban un solo fiestón. No les bastó, y había que saquear también a la gente honrada, la muchísima que hay.
Comprendo perfectamente este nuevo ideal que quiere abrirse camino sobre la necesidad de vivir con lo que realmente necesitas, no más. Tienen miedo bancos, aseguradoras, energéticas y demás, porque todos los meses tienes que pagarles lo que marcan, sin derecho a discutir lo alto de sus precios. Pero el miedo puede ser terrible, sobre todo si ya no lo controlan. Y lo mismo digo de la educación de quien tienes todavía a tu cargo, para que no caiga en tus mismos errores. La conciencia de los más jóvenes es lo más grande que va a surgir de este gran pozo en el que ha quedado enterrada mucha gente injustamente. Los que la hicieron, están bien donde están. Sentirse orgulloso de la justicia está muy bien, y debe extenderse como sentimiento general, porque sólo así habrá llegado la auténtica regeneración que busca la calle pero no los poderes.