Publicado el día 14 de julio de 2011 en el Diario Montañés
Publicado el día 14 de julio de 2011 en el Diario Montañés
de las misiones humanitarias ha pasado ya a la historia, aunque nunca tuvo mucha credibilidad que digamos porque nuestros soldados, hombres y mujeres, morían en el campo de batalla. Ha vuelto a suceder en los casos del sargento Manuel Argudín Perrino, natural de Gijón, y de la soldado Niyireth Pineda Marín, natural de Colombia. En Afganistán ya no pintamos nada y hay que poner punto y final a esta sangría de recursos humanos y materiales que se pierden. Es un clamor también en el resto de países participantes en la misión, a la espera de recoger los campamentos e irse. La diplomacia está haciendo sus deberes de forma rápida para que los ejércitos aliados regresen a casa, todos juntos, lo más pronto posible. Afganistán será entonces una incógnita, pero eso ya ha ocurrido antes con otros lugares como la antigua Yugoslavia o Irak. Los países deben aprender a salir adelante por sí solos, aunque esto sea mucho decir cuando hablamos de talibanes. La palabra talibán se usa hoy con mucha frecuencia para definir a una persona o un hecho irracional. La guerra lo es en sí misma, y nuestros hombres y mujeres lo han dado todo. Cuando el blindado salta por los aires tras pasar por encima de la mina asesina, se rasgan familias enteras, y es obligado mostrar orgullo y reconocimiento de país a nuestras tropas que defienden la libertad en lugares tan lejanos e inseguros.