Premios rechazados

Rechazar un Nobel o un Oscar te resta los privilegios que otorgan semejantes premios, pero termina por hacer leyenda de un determinado personaje que se atrevió a decir “no” a lo que el 99,99 por ciento de los demás dirían siempre “sí”. Marlon Brandon rechazó el Oscar por su papel en El Padrino, pero lo bordó de tal manera que ni los corruptos y mafiosos que tanto campan hoy a sus anchas son capaces de alcanzar semejante interpretación, pese a lo mucho que mienten por la tele. El filósofo Sartre rechazó el Premio Nobel y lo que se recuerda y estudia es lo bien que llegó a conocer la condición humana, y en lo que menos se hace hincapié es su negativa a la Academia Sueca. Ya en España, el músico Jordi Savall y la fotógrafa Colita acaban de hacer lo propio con los premios nacionales de música y de fotografía que otorga el Ministerio de Educación. Al conocer que habían sido premiados, su respuesta ha sido “no”.

La siempre sonada y reivindicativa entrega de los Goya queda en un segundo plano  cuando los mejores de la cultura española se apartan de los grandes premios que se conceden. Quienes rechazan el galardón afianzan su imagen en la medida de que son muchas las personas que, por sus graves problemas, simpatizan con esta actitud de protesta. El escaso apoyo a la cultura y a los profesionales que la hacen posible es el motivo principal de que los propuestos para una distinción no la quieran. Aunque hay que profundizar más y ver estas protestas culturales como el escaparate que refleja la mala imagen económica de tantas y tantas profesiones devastadas por la crisis.

El efecto contagio es palpable, porque cada vez son más importantes y variados los premios que se rechazan, especialmente por motivos sociales. Además de la protesta en sí, quienes son agraciados abandonan el ámbito individual para pensar en el general de la gente y lo mal que lo están pasando. El premio trasciende así de ser una mera figura o medalla, un diploma y un cheque al portador, para tener un valor intangible para su autor y el mundo en el que ha creado, sea cine, teatro, pintura, escultura, música, poesía, narrativa o fotografía. Una sociedad que deja escapar lo mejor de su cultura, pierde el gran honor de afianzarse en la modernidad que proporciona la creación que más tarde hace historia del creador y su obra. Nunca un premio puede alcanzar el valor de la obra creada.

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