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POR UN CÓDIGO EN ESPAÑA PARA DIMITIR

 Es requetesabida en España la siguiente cuestión: aquí no dimite ni dios. Ya puede tratarse de un accidente de tren donde mueren 79 personas, un avión de Spanair donde son ciento y pico largos los fallecidos, que se hunda un petrolero en las costas gallegas descojonciando su riqueza marina o pesquera. Cuestiones de semejante enjundia y barbaridad, son inadmisibles en otros países de nuestro entorno democrático, al igual que ser infiel a la mujer o al marido desde puestos públicos, hacer viajes de placer con dinero de todos o, simplemente, mentir. Si de verdad España quiere dejar atrás el concepto o los conceptos malos que hay de nosotros fuera, debemos tener junto a la nueva Ley de Transparencia un código ético, que abarque lo político e incluso lo empresarial (fijémonos en lo que ha pasado en los bancos y cajas de ahorros), donde se imponga claramente una lista clara de cuándo alguien tiene que dimitir ipso facto  a consecuencia de lo que ha perpetrado. 

 Como ahora: estar imputado, y seguir en el cargo. Como hoy: haber sido condenado e inhabilitado para la política y volver cuando el tiempo transcurrido te lo permite. Como en este momento: en que mientes impunemente para justificar lo injustificable. De cualquiera de estas maneras, y otras muchas, hay que dimitirse o no poder regresar a cargo alguno jamás. No tenemos credibilidad, ni interna ni externa. Me preocupan las dos por igual. La de dentro, porque alguien que se sabe corrupto, no puede volver a ser votado masivamente en unas urnas. Y pasa. Hay que enseñar desde la escuela que, esto, no puede ser. De manera externa, porque los grande periódicos que generan opinión en el mundo entero, no tienen buena idea de España, y de determinados políticos, empresarios, bancos y banqueros, por más que nos empeñemos en esta chorrada de la Marca España.

Creo sinceramente que mucho de esto cambiaria con un nuevo código ético que exigiera, por clamor social mucho mejor, dimitir de inmediato a los que se permiten hacer de todo desde sus cargos públicos. Y por supuesto, junto con la dimisión, las consecuencias jurídicas y carcelarias. Si hay otra cosa que molesta a los españoles sobremanera es que aquí tampoco ni dios entra en el trullo y devuelve el dinero robado, extraviado hábilmente o ganado a base de comisiones ilegales y demás chanchullos. Ganaremos todos. Porque la política volverá a tener credibilidad. Porque los asquerosos ladrones serán apartados de las tentaciones. Y porque se creará una acción-reacción inmediata entre el hecho delictivo y la exigencia popular, a favor por supuesto de la ética de los segundos que somos los ciudadanos permanentemente ninguneados.

 dimision

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