Salvando las distancias, ¿qué tienen en común Hugo Chávez, Francisco I, o Falete? Seguidores, que tienen muchos seguidores. Ya sé, ya sé… ¿qué tendrá que ver un presidente venezolano fallecido, un Papa recién elegido, y un cantante que acaba de reimpulsar su fama tirándose por televisión a la piscina? Seguro que por temores de todo tipo, las personas necesitamos algún tipo de líder, y no crecemos del todo sin referentes religiosos, políticos, económicos o culturales. No puedo imaginar siquiera un instante, qué sería de todos nosotros en manos de tontos de capirote. Luego, entonces: necesitamos creer en algo y en alguien, porque así estamos hechos, y ningún siglo nuevo con sus consiguientes cambios podrá enterrar esta forma de ser. De hecho, nunca he visto a nuestro mundo tan falto de líderes como ahora. En momentos tan penosos, es donde de verdad se ve la pasta de la que están hechas ciertas personas. Merkel no es una líder, se impone a todos los demás, pero no es una líder auténtica.
Un líder quiere cambios para las mejoras generales, en la búsqueda de las mayores igualdades sociales posibles. Obama quiere gratuidad médica para todos los norteamericanos. Bien, pues este es un ejemplo bueno para poder ser definido como un líder. Hugo Chávez tiene los mismos pros que contras en la dificultad de calificarle, pero no olvidemos lo mucho que rebajó la pobreza en Venezuela, mientras en negativo coartaba toda posibilidad de libertad de expresión, cerrando televisiones, radios y periódicos a tutti fruti. Y va Falete, y nos distrae en España. En un país donde todos los días se habla de lo mismo: paro, currupción, bronca política, emigración, jóvenes sin ilusión, emprender pero cómo y con qué, recortes, sanidad o educación, llega Falete y se tira a una piscina de manea impecable. Casi siete millones de españoles le siguen por televisión, y otros tantos más ya están atentos a la próxima vez que haga la plancha. ¿Qué pasará el día que le pregunten sobre sus recetas para el paro? Entonces, ya hablamos.