El lujo de nuestros días son los vatios. Desgraciadamente, la riqueza también se demuestra con la cantidad de potencia de electricidad que puedas llegar a contratar y no digamos consumir. Se dice pronto: en España hay cuatro millones de familias en situación de pobreza energética. El dato escuece. Llega el invierno y, pese a contar con radiadores, muchas familias no podrán poner la calefacción cada vez que caigan las temperaturas que nos hacen tiritar de frío.
Ya lo he escrito en alguna otra ocasión. No se comprende que con una crisis económica tan dura, lo más caro sea la luz, el gas y el agua. Hay otro dato preocupante en el país. Casi siete millones de trabajadores son mileuristas, ¿cómo se las ingenian mensualmente para pagar estas facturas? Pues evidentemente las pagan con muchas dificultades y dejando de gastar de aquí y de allá.
No es de extrañar (llega tarde pero llega) que muchos ayuntamientos están firmando acuerdos con los gigantes energéticos para que no corten sin más la luz en aquellos hogares que no pueden pagar la factura energética. Más que una justa medida, es además lo que hay que hacer en un país desarrollado cuyos trabajadores llegan a tener, como es el caso, un pinchazo tan grande que ha generado paro, paro de larga duración, desahucios y otras desgracias colaterales, como ponerse en manos de prestamistas sin ningún escrúpulo.
No podemos olvidar a pensionistas, a personas dependientes y a los niños. En estos casos el asunto escuece aún más. No tengo ni idea si hemos aprendido realmente algo de esta larga crisis que tanto y tan directamente ha golpeado a las familias. Me gustaría pensar que sí y que, si se vuelve a repetir con esta extrema gravedad, hayamos tomado buena nota y salvaguardemos a determinadas personas de tener que pasar hambre o, en el caso que nos ocupa, frío.