Perdonar, lo que se dice perdonar, yo perdono a Malú y Antonio Orozco, ante todo lo que piden perdonarse cuando cantan juntos la canción “Devuélveme la vida”. Dice él: “pido perdón por las lágrimas que hablan de mí”, y responde ella: “te pido perdón, a sabiendas que no los concedas…” El perdón es lindo, pero España está apuñalada por tantos flancos, que cuando oyes a un ladrón o corrupto reincidente conjugar este verbo, miras para otro lado convencido ya por el desdén y el abatimiento. También existen los finales felices, pero cuando la foto de la película es fija (y fea), rehuyes el debate diario de las cosas que pasan y se cuentan, por claro hartazgo. Esto es lo que pasa aquí, a la hora de pedir perdones. Se mezcla de todo. Perdonar los millones de euros entregados a una banca que ha quebrado al país, pagando el pato los de siempre. Te puedes encontrar por la calle a los desfalcadores que se han retirado de la vida pública y económica con millones en las alforjas. O no paras de preguntarte que, a pesar que todo el mundo parece invocar la clemencia del pueblo, aquí no devuelve ni el tato el dinero desviado en los muchos paraísos fiscales que se prometió hacer desaparecer, incumpliendo así una de las cientos de exigencias frente a la crisis que se han ido al traste, y que fueron pronunciadas para acallar la calentura social del momento.
Por eso mantengo que el perdón es para quien lo merece realmente. En la virtud de perdonar hay grandes contrastes en España. Con la clemencia gubernamental hay que tomar medidas y cambiar la ley. Mientras, ha habido casos en que robar para alimentar a unos hijos, la ancianidad con notorio deterioro físico, o sustraer una gallina, se han convertido en motivos de cárcel sólo exculpados tras aparecer en televisión. Es la vida un tanto al revés, pero que tiene que ver más con una justicia más segura para quien más puede pagarse buenos y caros abogados. Puede que así se encuentre el perdón al juzgar un delito, pero el de la calle conlleva mucho más ante lo mal que lo están pasando muchas personas por diferentes motivos que tienen que ver con el paro, la falta de un sueldo, el trabajo para unos hijos, la falta de medios para darles educación, de alimentos sin ir más lejos, y de poder hacer una vida normal como antes de esta hecatombe económica, política y social por la que atraviesa el mundo. De ahí parte el perdón para muchas personas: con la ilusión de que se les devuelva la vida, al igual que mantiene la canción con la que iniciábamos esta historia.