Nosotros como un todo, hemos tenido siempre dificultades de comprensión acerca de lo que significa pedir perdón, sin más, y hacerlo con arrepentimiento real. Pedir perdón requiere de sinceridad porque sientas interiormente el mal o daño que has causado, más la decisión firme de no volver nunca a ser o hacer así de mal. Naturalmente, el gesto de solicitar de otra persona ser perdonado, requiere arrepentimiento sincero y total. Hasta Maquiavelo predijo que vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse. Y aunque Cervantes nos recuerde sólo a El Quijote, tuvo tiempo de reflexionar que un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma (causar dolor). El líder batasuno, Arnaldo Otegui, ha decidió escribir un libro en la cárcel, en vez de mejor leer a los clásicos, que digo yo que algo más le hubieran aportado sobre convivencia e integridad personal. Quizás por eso, su forma de pedir perdón tenga tantas interpretaciones al decir que pide “disculpas” a las víctimas de ETA si como portavoz ha “añadido dolor”.
Como Otegui al manifestarse libremente, incluso entre rejas, las víctimas tienen derecho a poder decir que sienten que sus disculpas se alejan demasiado de lo que es pedir perdón y hacerlo con el arrepentimiento creíble que comentaba de entrada. El encarcelado seguidor etarra siempre ha retorcido mucho sus palabras, para después ni matizarlas ni aclararlas (como creando suspense), y eso que los medios de comunicación hemos sido generosos en las informaciones de las ruedas de prensa de estos voceros de la banda armada, inclusive cuando los asesinatos, bombas, atentados y matanzas eran tremendas en una España masacrada durante años por el dolor infringido por ETA y sus secuaces. Más de de mil muertos de su sinrazón son la prueba irrefutable, con familias enteras rotas por el terrorismo, palabra que Otegui no ha pronunciado para directamente seguir sin reconocer los hechos. Se den los pasos que se den, las víctimas siempre van a estar hundidas, porque han perdido padres, hijos, hermanos o parientes en cientos de atentados. No van a entender la reinserción de asesinos, y es comprensible, sin más que añadir.
Pero el que se pida a la banda terrorista un perdón en condiciones, de forma pública y bien escenificada, resulta imprescindible. Bolinaga, el último etarra libre por enfermedad, carcelero de Ortega Lara, tampoco ha pedido perdón a sus víctimas. Mal hacer para el cambio que pretenden e insertarse en una sociedad civil que les sustenta, y que les propicia hacer política y presentarse a las elecciones como la gran democracia que es España. Pero la democracia no obliga a tanto como que las víctimas pongan la otra mejilla, mientras los verdugos tienen licencia para decir y hacer lo que quieran, menos solicitar un perdón en voz tan alta que llegue a todas partes.