Artículo publicado en el Diario Montañés el 20 de mayo de 2012
Esa práctica comercial de dejar algo para arreglar, ¡no sé, las suelas de unos zapatos!, y abonar el trabajo al recogerlo, se ha ido al garete. Me cuenta un dependiente que ahora se paga primero la factura, porque son ejército los clientes que, con la crisis a cuestas, llevan un pantalón a limpiar, una chaqueta a coser o una tostadora a reparar, y el producto pasa meses de espera para recogerlo porque su dueño no se pasa y encima el encargo no ha sido abonado. Conclusión: que nada más depositado lo que sea en el mostrador donde buscamos su arreglo, hay que sacar la cartera y pagarlo primero para que el paso del tiempo no destroce más la penosa economía de nuestras pequeñas empresas. Eso de fiar ha pasado a mejor vida, y ni la confianza ciega en el propietario de la chaqueta para coser se salva del adelanto de la factura, y luego si quieres tardas dos meses en recogerla.
Acabaremos pagando hasta por la guardarropía que supone dejar tanto tiempo la prenda a un ajeno. ¿Y qué no se paga ya hoy sin previo aviso al usuario? El nuevo recibo del seguro del coche sube un montón porque sí; te quedas sin saldo dos días en el banco o caja y te meten un palo de interés que te deja boquiabierto. Y qué podemos decir de todo lo que sube con la excusa de mantener un estado de bienestar de cimientos tan roñosos. No me gusta que me miren de arriba abajo cuando llevo el microondas a arreglar, pero si los ayuntamientos españoles llevan años para pagar facturas de cuatro euros, ¿cómo le voy a exigir al dueño del taller que primero repare y luego le pago? El mundo está muy cambiante pero pufistas y deudores se entremezclan en una crisis que ha acabado también con la valía de darse la mano para sellar un pacto de dinero.