Publicado el 7 de enero de 2010 en el Diario Montañés
España no es precisamente el mejor país de Europa en señalizar bien sus ciudades y, ya dentro de ellas, sus obras. Algunos piensan que con poner una cinta de plástico alrededor de la obra es ya suficiente. De día, con luz, pasas los obstáculos de aquella manera. Lo malo es cuando llega la noche y la obra está a falta de luces, de indicadores luminosos y de protecciones suficientes para el peatón y para los coches que circulan. No pasa más porque los astros no están alineados para el desastre, lo que no quita que no aprendamos de una vez por todas a hacer bien este tipo de cosas. Que las obras hay que hacerlas rápido y acabarlas a tiempo no es disculpa para nada. Tampoco que se tengan que hacer todas al mismo tiempo, y en las condiciones de seguridad ya reseñadas. Los trabajos finales podrán gustar más a unos y menos a otros, pero en lo que hay unanimidad es en que lo primero es asegurarlas bien para que nadie se deje una cadera por el camino.
Socavones, escombros, maquinaria pesada y camiones de tonelaje no son muy compatibles con paseantes y automovilistas. Ya que hay que cerrar calles, lo mejor es asegurarlas con las señales, indicadores y protecciones debidas. Es mejor quejarse por exceso que por defecto. Y en este caso muchas de las obras de nuestras ciudades y pueblos, no tienen la más mínima apariencia de cumplir con las normas de seguridad exigidas en cada caso. Si nadie se queja, como sucede muchas veces, entonces hay menos de lo que preocuparse. En fin, yo sí lo digo y me quejo para que conste que con lo despistado que soy no me espatarrado aún porque la confluencia de los astros estaba en ese momento conmigo. Señales y protecciones, es más dinero en el presupuesto de una obra, ¿no? Luego llegan las lamentaciones, como siempre. Es mejor trabajar sobre seguro que aludir a la suerte de las estrellas