Para reencontrarme o alejarme definitivamente como ser humano, un proyecto que tengo pendiente es pisar el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Sólo conozco a una persona de mi entorno que quiera acompañarme en el viaje hasta Polonia, porque todos los demás, con razón, replican que la vida da suficiente sufrimiento como para tocarlo con las manos, temblar ante el horror y llorar por las almas de los gaseados o por la rabia hacia sus verdugos nazis. Negar el Holocausto está de actualidad, y yo creo que es porque está sufragado por intereses tenebrosos, a la espera una nueva oportunidad de tatuar su ira. Saco a colación lo de los tatuajes porque acaban de aparecer (donados anónimamente) los sellos con los que se tatuaba a los prisioneros de Auschwitz. El miedo más espantoso tiene forma de cinco pequeñas placas metálicas, con agujas, que el nazismo utilizaba para marcar a los prisioneros, principalmente judíos. Con estas placas en forma de números se marcaba en el pecho y en el brazo izquierdo de hombres, mujeres, niños y ancianos.
Tantos años después, y pese a las pruebas aplastantes siguen en pie (como Auschwitz, para vergüenza de la humanidad), el Holocausto sigue presente tanto por lo que afirma como por lo que se quiere negar. Me cuesta mucho rescribir el siguiente dato, por llamarlo de alguna forma: de 1940 a 1945, un millón de judíos fueron asesinados en el campo de Auschwitz. Aparte, y en el mismo infierno, las bestias gasearon a 21.000 gitanos y 30.000 prisioneros, fueran de guerra o no. Imposible olvidar. Jamás podrán terminar las conmemoraciones, ya que toca educar y hacerlo bien. No es difícil oír en boca de chavales de corta edad auténticos disparates. El por qué hay que buscarlo en lo que ven, lo que leen y lo que escuchan. Y también en su entorno familiar, quizás colegial. Estamos en 2014, muy lejos de aquel año 40 del siglo pasado. Pero el nazismo sigue muy presente en cualquier medio de comunicación, y no digamos televisivo. Una cosa es el recuerdo con la cabeza agachada, en silencio respetuoso, y otra bien distinta ver cómo gana terreno un peligroso populismo que empieza en lo de la nación para los nacidos en ella, y termina pervirtiendo la convivencia en todo lo demás. Podría citar la fácil manipulación que se puede hacer del paro, la inmigración y las fronteras, pero tan sólo quiero ya finalizar con lo que dice otra placa, la de esta foto tomada en la verja de Auschwitz-Birkenau. Dice: “nunca de nuevo, nunca olvidar”.