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Nuestra economía marcha, pero Trump es pájaro de mal agüero

Hablar hoy de buenos o malos tiempos es una lotería que depende del continente y país en que vivas. Trump lo está complicando todo, y todos nos vamos a ver afectados por cambios, decisiones y actuaciones disparatadas. No hablo de guerras, que ya hay bastantes. Me refiero a la desigualdad comercial, que crea inestabilidad e incertidumbre hacia el trabajo, el empleo y la subsistencia. La economía española está formalmente amenazada por el máximo dirigente de los Estados Unidos. De ninguna manera restemos importancia a su gesto, porque un día cualquiera en la vida de Donald Trump solo es bueno si hay confrontación.

Visto lo visto, a los españoles nos preocupan muy pocas cosas, pero si hay algo intocable, que enfada y pone el grito en el cielo, es padecer de bolsillos vacíos de dinero y no poder gastar. No hace falta ser muy águila para comprobar a pie de calle que la sociedad española está ahora muy cabreada. También crispada. Elevado coste en cualquier producto que compras, sueldos que no dan, precio de una alimentación que está por las nubes, de la gasolina y energía mejor no hablar,alquileres inaccesibles, falta de viviendas sin posibilidad de compra, no tenemos Presupuestos Generales del Estado, junto a la voracidad haca ese dinero público de los independentistas,que no paran de pedir y lograr. Esperen, esperen, que no he terminado: aumento de investigaciones por presuntos casos de corrupción, entrada en la cárcel de representantes públicos, y una sensación general de que lo ético, lo honrado y honesto, lo que alguien debe hacer en un determinado momento para depurar responsabilidades, y dar ejemplo a la ciudadanía, ni está ni se va a producir.

 A groso modo, he venido a enumerar los graves problemas internos que ahora tenemos como país. Son hechos reales e incómodos, que también se palpan en las reuniones internacionales que tienen nuestros máximos representantes, como fue la reciente cumbre de la OTAN en LaHaya. Si, esa cumbre en la que el todopoderoso Donald Trump sacó adelante sus planes de rearme a lo bestia para los 32 países que conforman la Alianza Atlántica, de la que formamos parte. Una cumbre en la que el doble juego de España nos ha valido una amenaza directa, de pájaro de mal agüero, del máximo representante norteamericano: “La economía española va muy bien, pero podría verse arrasada si algo ocurre”.

Hay otra gran cuestión que debería haber introducido en la relación de nuestros principales y más que serios problemas. Es la mala relación de las comunidades autónomas con el Gobierno central, que acarrea una prestación de servicios públicos que deja todo que desear, en materia de sanidad, educación, emergencias, enfermos de ELA, carreteras, trenes (caos ferroviario), aeropuertos, o cómo acometer conjuntamente y de manera eficaz y solidaria las consecuencias de una DANA. También está el descontento profesional de sectores tan importantes como jueces, médicos, transportistas, agricultores y ganaderos, con una preocupación social y económica que se está extendiendo de manera preocupante entre la industria y empresas.

“La mala relación de las comunidades con el Gobierno acarrea una prestación de servicios que deja todo que desear en sanidad, carreteras o trenes”

Como de escribir tu opinión puede resultar que enuncies lo que pasa, pero no ofrezcas aportación alguna, voy a decir que España necesita como el comer resetear su política interior y, de paso, la exterior. De un día para otro, Trump y desde su juguete preferido, del que es propietario, la red social Truth, nos pueden venir andanadas que perjudiquen seriamente la situación actual que tenemos. España (La conquista) siempre ha sido una excusa socorrida utilizada por diferentes países (México, Cuba, Venezuela, Colombia…), para distraer la atención de lo que realmente pasa en naciones iberoamericanas con muy serios problemas, incluso de subsistencia al límite para sus ciudadanos.

Donal Trump ha creado un incendio permanente en la sociedad estadounidense. Desde el problema de los emigrantes, hasta el control de los jueces y sin dejar de entonar el proteccionismo de una industria que antepone a cualquier acuerdo comercial firmado, como pueda el concerniente a la Unión Europea. Si el presidente norteamericano no cuenta para nada con la UE, España está inmersa en la misma situación de gran debilidad. Antes de bombardear Irán, la Casa Blanca solo lo puso en conocimiento de Reino Unido, su amigo preferido, ya que los demás no estamos invitados a poder opinar sobre las decisiones económicas o bélicas que pueda llegar a tomar. No hace falta que les recuerde que Inglaterra ya no ondea su bandera en Bruselas, tras su abrupta salida de la Unión a través del escabroso Brexit que, encima, les benefició.

En alguna ocasión ya me he pronunciado al respecto de que desde el inicio de este nuevo siglo no ha pasado nada bueno. No tengo tan claro que sea producto de la casualidad, y más bien me inclino por la nefasta actuación humana. Ya lo pensaba, pero alguien me ha recordado recientemente que el temor se extiende al tiempo que una clase semejante de dirigentes mundiales, con parecidas ideas, conductas y maneras de actuar, generadoras de críticas ante lo que en ocasiones es falta de democracia real, que implica lo primero a los ciudadanos y sus derechos. En insospechado lo que puede suceder en adelante. Es lo que tiene anteponer codicia y guerras a una convivencia pacífica. A Donald Trump le queda casi todo el mandato presidencial, y ya vemos de lo que es capaz a los pocos meses de su toma de posesión. Alardea de que actuar de manera bélica es precisamente la manera de acabar con las guerras. Y lo mismo hace con la confrontación comercial, pretensión que tiene ahora hacia España. Si me pinchan no sangro.  

La frágil situación interna en España solo está pendiente de la protección que supone la estabilidad económica. Si esto falla, todo lo demás salta por los aires. Nadie lo desea, pero quizás ya no esté tanto en nuestras manos como antes de la cumbre de la OTAN de La Haya. No voy a decir que hayamos hecho muchos enemigos, pero tampoco amigos. El bienestar general debe estar siempre por encima de toda contienda política. Vamos a entrar en una época de mayor incertidumbre si cabe. Es lo que sucede cuando muta de la normalidad (antes) a la confrontación (ahora). Así vivimos la actualidad, y no por decisión propia. La frontera entre vivir y malvivir está cada vez más desprotegida, por culpa de los mandatarios actuales.   

“El bienestar general debe estar por encima de toda contienda política. Cuando se pasa a la confrontación la frontera entre vivir y malvivir está desprotegida”

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