Lo peor de una crisis que no escampa es que mella un tanto el fondo y la forma de nuestra personalidad. Voy a contestar yo primero a la interrogante de la que me propongo profundizar a renglón seguido, a cerca de quién soy y hacia dónde voy. La cuestión va por edades. Entiéndase: no es lo mismo tener veintipocos años, medio siglo a cuestas o setenta en adelante. No se piensa igual en cualquier época de la vida, porque el físico se arruga y el médico te despacha rápido, joven, y te da más minutos de consulta cuando le cuentas una sucesión de achaques. Difícil se me pone elegir una edad, porque todas tienen sus más y sus menos. Al empezar (trabajo y casa), te quieres comer el mundo. Si tienes ya una experiencia de vida y profesional, te previene que quieran apartarte cuando estás en lo mejor. Y si llegas a viejo con salud razonable, no te quieren ni para que formes parte de la larga lista de pensionistas nacionales. Cuando ya ni Japón o China, con lo que son según sus culturas, cuidan a sus viejos, resulta que vamos todos por el peor sendero posible, porque tarde o temprano llegaremos los demás a ese campo canoso de la vida.
Lo cierto es que la verdad no se dice hoy ni al médico, por si te manda pruebas que tengas que abonar de tu bolsillo. Denoto de un tiempo atrás que la gente, cuando se para a hablar, mira poco a los ojos de quien tiene en frente. Se ve que las respuestas a medias o troceadas como una tarta han cundido en los aspectos cotidianos. Responder que estás bien a la pregunta de cómo vas, por ejemplo. Contestar que mejor seguir como vives, que no engrosar tanto paro como hay. O manifestar (esto sí que es valioso de pensar) que lo mejor de la vida es la salud y todo lo demás superfluo. ¡Ni tanto ni tan calvo! Prefiero que me miren a los ojos y me muestren plenitud de convencimiento en las cosas que me cuentan u oigo. No es que nos hallamos establecido en la mentira, pero sí en el conformismo. Parece pecado decir que estás jorobado, por lo que sea. Además: hay tantas cosas por las que protestar y pedir mejoras, que lo mejor es manifestarlo a estar quieto parado. Que pase el tiempo sin malos entendidos es como ver todos los días los telediarios: nunca pasa nada salvo lo acostumbrado. Lo peor es aburrirse y aburrir al prójimo. Lo contrario y verdadero es mostrarse según lo que uno es. El resto, ya lo cuentan a diario los periódicos, hasta aburrir. No conozco mejor actualidad que mirar a los ojos de otra persona, mientras le dices quien eres y en lo que crees.