Mil veces no al fracking

Para que te vas a andar con medias tintas si tienes la oportunidad de repetir mil veces no al fracking, y cumplirlo a rajatabla. Dejando para otra ocasión el paro y la exclusión social, España tiene dos problemas tremendos con los especuladores que quieren reventar la geografía nacional en busca de petróleo y gas (¡a saber!), y con los voceros interesados que mezclan la crisis y este tipo de extracción destructiva de recursos con la rebaja de la lista de parados. La cota más alta de la democracia se encuentra cuando los ciudadanos somos consultados, especialmente cuando está en juego la conservación de la tierra que generosamente nos lo entrega todo. En Canarias no se ha tenido en cuenta la voz del pueblo, y eso que es una comunidad sobradamente rica, sólo con el turismo. Otras maravillosas islas, como las Baleares, están también amenazas por el fracking, pero el resto del territorio no se salva de esta plaga de querer encontrar ahora lo que antes nunca existió. Con recursos naturales o sin ellos, esta grave crisis llegó sin contemplaciones. Inglaterra tiene su petróleo en el Mar del Norte y no ha podido esquivar la pila de recortes sociales que han puesto en marcha, salvando un tanto la educación. El otro día, en Twitter, alguien que se apellida como yo sin ser familiar, me proponía entonces las centrales nucleares. A lo que se ve, Chernóbil y Fukusima no le han sido suficientes, como el fracking llevado a cabo durante años en territorios que son hoy meros solares sin vida alguna natural o animal.
Uno pensaba que durante los últimos diez años, al menos se nos estaba aleccionando sobre que el petróleo se acaba, y había que pasar a otras energías alternativas. Se nota demasiado que las multinacionales del petróleo y las energías tradicionales se niegan a perder su poder económico y lo que no es económico. Da igual el Amazonas que las Canarias, mientras encuentren resquicios legales por donde meter las excavadoras. Hay que pasar ya página en la destrucción de la tierra para que vivan bien unos pocos. Semejante tipo de riqueza no vale la pena, y se ha venido demostrando durante todo el siglo XX. Queda mucho aún por escribir sobre quienes favorecen el fracking y toman decisiones tan aberrantes. Saben que no las tienen todas consigo, porque una gran mayoría de ciudadanos, especialmente los jóvenes, nos oponemos a la muerte de nuestro ecosistema.
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