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Medir el tiempo para sortear ansiedades.

Había decidido en principio escribir de esto sólo para mí, pero elijo compartirlo. La Red es fenomenal: cada cual decide fijar en su muro lo que más le apetece en un momento dado. Medir el tiempo para sortear las ansiedades (problemas) es, ni más ni menos, vivir mejor. La cabeza funciona como un gran reloj que, si lo aceleras, produce angustia y ansiedad. La sincronización tiene que ser adecuada, porque si lo desaceleras demasiado, puedes dejar de pensar y con ello abandonar sentimientos personales, familiares y de condición social, que es a fin de cuentas que nos importe lo que les suceda a los demás. Resulta que una de estas conductas vitales es que alguien que tiene trabajo no puede inhibirse del paro y penalidades que tiene a su alrededor. Si piensas y te cambias de acera para no ver a un parado pedir una ayuda, realmente no puede ser bueno el comportamiento que muestras en la convivencia. Puede que sea cierto que estamos a punto de coger velocidad para un nuevo desarrollo, pero no vale la pena si dejamos a millones de damnificados en la cuneta, sin que puedan jamás elegir la mejor manera de vivir, en este caso con tiempo o no, y medirlo como se propone a la hora de hacer un poco mejor todo en lo que estamos metidos. Es una falacia de quienes lo controlan todo, para acojonar más y prepararnos para pagar más, que el agua, la energía o el petróleo sean el oro de esta primera parte de siglo. Es el tiempo lo que no tenemos y se nos hurta. Teniendo cosas, el tiempo es diferente  a pasarlo bajo una chavola. Quien se aburre en la comodidad del lujo no tiene perdón de dios, con todo lo que hay que hacer y se puede hacer.

 

Hemos creado por la avaricia incontrolada otro gran problema hacia el tiempo. Si a un chaval de veinticuatro años, le pides que haga diez horas de trabajo diario para que cobre cuatrocientos euros mensuales, es imposible que mida bien su reloj mental. Se sentirá como averiado por el cabreo, la sinrazón, la desesperanza y falta de ilusión, que se amplia a todo lo demás, esencialmente a creer en el sistema de hacer las cosas que hay en su país. Hay lo que hay, pero no desespero que cada cual sepa encontrar sus tiempos, y medirlos en razón de lo que piensa y puede llegar a hacer. Ocurre que un mal trabajo no tiene porque joder una buena relación personal, en fin, ser feliz. Si una cosa lleva a otra, es que estamos peor de lo que creo. Hemos hecho nuestra manera de funcionar así, como una especie de cadena donde todo debe salir como lo soñamos. La juventud, a la que tanto golpeamos, se ha revelado finalmente porque los adultos actuamos de espaldas a ellos, y de su reloj vital.

 

 

 

 

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