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Me dice un primo sobre defecar en piscinas: ¡Nos extinguimos!

El reto viral, luego se lo explico, de echar mierda en las piscinas, es una más de esta sociedad que prefiere no pensar, porque para eso ya está el móvil y las redes sociales. No sé si vamos hacia la extinción, pero de que estamos cada vez en una sociedad más plana no tengo duda. Dónde queda la educación, las formas, valores y cultura en general, como la mayor posesión que puede tener una persona, no importa ya ni a Gobiernos ni a quiénes los dirigen. Siempre se ha hablado de la tolerancia como un valor esencial, pero hoy se le da un perverso y dramático significado: ver bien todo, aunque sea dañino, insolidario o corrupto.

Inicialmente me entero de esta tendencia marrana de defecar en piscinas, por un mensaje de wasap que me envía un primo. Omito su nombre, no solo porque no tengo su permiso para darlo, sino también por educación básica, que es algo urgentísimo que ha de recuperar este país, tan mal influidos que están nuestros jóvenes, empezando portodo lo que está pasando en torno al Gobierno de España y los que lo integran.

Desde la finalización de la pandemia, asistimos a un comportamiento diferente en lo chabacano (saben que significa mal gusto), en todas las índoles de la vida, desde lo político, a lo social, pero llegando incluso a lo periodístico, con preponderancia de lo ordinario y grosero, instalado con afán de permanencia dentro de las televisiones y sus programaciones. Ya que cito a la pequeña pantalla, lo de Televisión Española, no tiene ya nombre, y no se salvan siquiera las retransmisiones de los Sanfermines, con una falta de profesionalidad que clama al cielo. Determinados personajes, sectarios a más no poder, no deberían comunicar nada de nada dentro de una televisión pública.

Se nos dice que lo que está ocurriendo ahora en muchas piscinas de España es lo que se denomina un reto viral. Se trata de un desafío, en este caso tirar cacas, que se propaga rápidamente por las redes sociales, en busca de descerebrados que acepten y realicen una determinada acción. En este caso es sucia, contaminante y costosa para los encargados, públicos y privados, de mantener estos espacios de agua limpios para el baño y disfrute de todos, pero en especial para los niños. Estos últimos reciben el ejemplo malo que en general está dando toda nuestra sociedad. Sucede al conducir con cara de cabrero permanente y consiguiente violencia al volante. Sucede con la agresión a médicos y enfermeras. Sucede con acudir a cualquier acto, por ejemplo, un recital dentro de un Palacio de Festivales, y no haber apagado el móvil. Y sucede con la discriminación en general hacia nuestros mayores, a los que ya no tenemos ningún respeto, incluso aunque en sus años jóvenes llevaran a cabo con éxito gestiones políticas, empresariales, sociales o cívicas. En otra ocasión daré nombres de los denigrados tan injustamente.

“Los niños reciben el ejemplo malo que está dando nuestra sociedad. Sucede con nuestros mayores, a los que ya no tenemos ningún respeto”

Se habla de modernidad, de cambios, de subirse al carro de nuevas tecnologías. Pero si los avances consisten en que, sin comerlo ni beberlo, cualquier tipejo o chiflado te insulte a través de las redes sociales, entonces es que estamos perdiendo lo mejor que ha manejado la humanidad como el buen comportamiento, la educación, la cortesía, y ayudar a los demás cuando sea necesario. Hoy no nos fijamos ni preocupamos de lo que sucede a nuestro alrededor porque solo vamos mirando al móvil, únicamente estamos al móvil, en el autobús, en el coche, en el colegio en el instituto, a la hora de comer, y sin que los excesivamente tolerantes padres lo prohíban. Es el medio por el que mayormente nos han idiotizado, además de tenernos bien controlados.

Hoy es tirar mierda en las piscinas y mañana será otra cosa igual de imbécil además de innecesaria. Los Gobiernos, el de España principalmente, no son sensibles a semejante declive del comportamiento, porque solo quieren el poder para hacer bien poco desde el mismo, y, por supuesto, el voto. La educación debería ser uno de esos pilares básicos a preservar, gobiernen unos o gobiernen otros. Hoy está mayormente en manos de los padres, y no es que lo estemos haciendo demasiado bien que digamos. Los padres de mi generación entendían que lo mejor que se podía dar a unos hijos era una buena educación, con la que prosperar si cabe más, y sin apartarse nunca de los valores esenciales de nuestra humanidad: democracia, paz, convivencia, solidaridad, desarrollo, trabajo, vivienda, sanidad, educación y protección hacia nuestros mayores a la edad que ya corresponde. Nos hemos dejado invadir, avasallar, manipular, desinformar, dando en muchos momentos la sensación de que nos la trae al pairo todo lo que sucede a nuestro alrededor, aunque se trate incluso de permisividad frente a la corrupción.

Dar la sensación de estar muertos en vida es una de las peores caras que una sociedad puede mostrar. En los años 80 y 90 del siglo pasado se nos enseñaba, mejor, se nos requería ser críticos, participativos, provocar tendencias, adorar el arte, la música, ósea, la cultura en general. No sabría muy bien apuntarles qué queda hoy de todo esto en la España actual, pero también el resto de la Unión Europea, y no digamos Estados Unidos, aquel que dio tanta libertad creadora de la cual surgieron los Hooper, Pollok o Warhol. Ser hoy políticamente correctos en todo es apostar por una sociedad plana. ¿Qué hay problemas?, que los solucionen otros. ¿Y si los solucionadores son el problema?

Sí, por más que no lo pensemos o queramos creer, la democracia va perdiendo terreno, y los defensores, que deberíamos ser todos, estamos mayormente cruzados de brazos. Empezando por reivindicar una educación que forme en valores. Es irracional además de irresponsable que desde un Ministerio de Educación se premie la falta de esfuerzo y superación personal. Ya conocí a principios de este nuevo siglo lo que algunos querían potenciar al asegurar que la mediocridad es también un valor a tener muy en cuenta. Nunca piqué en semejante idiotez, de tan mal gusto cultural, pero tengo que reconocer que en los momentos actuales aquella vieja y estúpida teoría ha triunfado, y solo hay que ver muchos malos comportamientos que no parecen interesar a los medios de comunicación profesionales, que hoy están más al folletín, a lo que se dice en las redes sociales, pero eso realmente no es informar, ni potenciar la lectura, la cultura o la creatividad en cualquiera de sus formas. Cuando mi primo, cuyo nombre omito, me contó lo de las porquerías en las piscinas, me sentenció: ¡Nos extinguimos! Y es que, en muchos aspectos, lleva toda la razón y es para alarmarse.

“Ser políticamente correctos es apostar por una sociedad plana. ¿Qué hay problemas?, que los solucionen otros. ¿Y si los solucionadores son el problema?”

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