Nos hemos acostumbrado a pregonar como malas noticias el simple hecho de que no nos toque La Primitiva. Una mala noticia es ser un parado de larga duración. Una mala noticia es ser un refugiado, estar a las puertas de Bulgaria, y que su ejército no te deje entrar. Una mala noticia es nacer en El Cuerno de África, donde la muerte se impone a todo lo demás. Sí, hablamos con demasiada ligereza, yo el primero, de lo que es una mala noticia. A las malas noticias hay que tenerlas un respeto. Canallada es que a una gran amiga, a punto de superar el cáncer, le diagnostiquen otro. Esto es una mala noticia. Otra mala noticia es que acabe de morir una prima, joven, radiante, simpática y buena como ella sola. Nuevamente es el cáncer.
Se lo oí a mi abuela, después a mi madre y ahora el relator soy yo: la salud es lo más. De lo demás, podemos hablar, todo es opinable. Selecciono también a la familia, a los amigos que permanecen desde la infancia, porque son los que te echan una mano cuando vienen mal dadas. Esta porquería de crisis no ha dado nada bueno, aunque salvo de la quema a la familia. Son los más cercanos los que han tirado de los carros de las penurias. Y lo contamos como si fuera normal. Enumeramos como normal que los abuelos alberguen nuevamente en casa a los suyos; que pongan sus pensiones encima de la mesa para dar de comer a hijos y nietos; o que vuelvan a hacer chapucillas para ganar algún dinerillo extra ya que, de la noche a la mañana, hay más comensales a la mesa.
Las malas noticias lo frustran todo. Si surgiera el milagro cada vez que queremos borrar la mala pesadilla de salud que alguien querido sufre, seguro que la cosa pintaría mejor. Sé que sueño en voz alta, porque la vida es la que es. Buena para unos y mala para otros. Rica y próspera según donde naces o vives. La existencia incluye o excluye. Los refugiados del mundo sin ir más lejos. Les machacan a bombazo limpio en su país de origen (la guerra vivida a diario), y nos preguntamos por qué vienen a Europa a alterar nuestro bienestar. Las malas noticias son para muchos el pan nuestro de cada día. Creo que la peor noticia es la indiferencia y la insensibilidad. No lo creo, estoy seguro.
Imagen: Obra de Giulio Paolini