La amabilidad y la sonrisa son la mejor aspirina contra la mala leche. Las preguntas del CIS en las calles enumeran los principales problemas que preocupan a los ciudadanos, aunque no me explico por qué no se cuenta con las patadas diarias que damos a los demás, los unos porque han nacido así y los otros porque lo han tomado como escudo defensivo ante una sociedad devoradora. Cuando un mal día se trasladó a esa sociedad que la mediocridad es buena (1), que hay que ser amigo de los hijos para educarlos bien (2) y que hay que estar bien armado dialéctica e internamente para salir a la selva exterior que es el buscarse la vida (3), ¡la jodimos, tía Manuela! Si la crisis ha venido a demostrar algo de manera contundente, es que no estamos preparados para verla pasar. Los psicoanalistas de pacotilla se están poniendo las botas, y estos otros del coaching no saben ya cómo reinventar lo ya sabido, porque no se trata de otra cosa que de saber ser y saber estar, en definitiva, de comportarte.
Alguien que sabe tratar, escucha, dialoga, crea a su manera, también se compromete, y respeta las ideas tan variopintas que hay, es de por sí una persona de nueve y medio. No necesita aprender más, bueno sí: idiomas. Se da por descontado que puede tener mala leche, pero como se dice en el argot militar, utilizar esta arma es lo último. En realidad, nos avasallan a diario. Con la cola del paro, en el trabajo, con la educación, con la imposición de leyes, con independencias, con los sablazos de la compra y el precio del pan y los tomates. Lo que sobra es mala leche. La impotencia genera mucha, de ahí que sean malos tiempos para la risa y tocar la guitarra en la calle en busca de unas monedas. Cuando se está como se está, me da vergüenzas dar consejos a cualquiera y decirle que sea positivo o feliz. Dudo que alguien que no tiene trabajo y posibilidades, y ve como se le cierran puertas, pueda inspirarse en el yin y el yang. Ahora bien: tenemos que saber que hay un principio en el ser, el buen rollito, que nos genera la posibilidad de relacionarnos bien con los demás. Lo sepa o no, el aspero(a), asqueroso(a), mentiroso(a), faltón(a) y bocarrón(a) encuentra la apatía de los demás. Quizás esto sea lo bueno, porque la negativa noticia es que los de la mala leche son todo un ejército.