Publicado el 10 de marzo de 2010 en el Diario Montañés
Vale que la mujer tiene una vieja costumbre de no apearse del coche a la hora de repostar gasolina. Entrega la llave que abre el tapón del combustible, que le es devuelta una vez rellenado el depósito. Vean por dónde voy ya que alguien dirá (no sin razón) que la igualdad hay que hacerla valer en todos los casos, aunque cuando se trata de urbanidad resulta que las buenas maneras se ven pisoteadas muchas veces por una especie que abunda mucho en nuestras ciudades que yo defino como “bestias”. Cuento un hecho real que presencio. En el turno de la gasolinera hay en ese momento una trabajadora. Llega un coche con cuatro jóvenes a bordo. Junto al asiento del conductor va una chica. En el asiento de atrás, dos “merluzos”. Con malos modos hacia la joven empleada, una mano sale de la ventanilla para darle la llave del depósito. “Échame diez euros…”, solicita gritando “don soez”. El trato es claramente vejatorio, machista y asqueroso; y no concluye hasta que la gasolinera le vuelve a cerrar el tapón y le cobra el rancio billete rojizo. Voy detrás para repostar también, y le comento a esta paciente mujer que no haga caso a tanto bellotero. Me responde con toda razón que ya está hecha a este tipo de cosas, pero que le sorprende que cada vez se comportan así a más temprana edad. Es cierto, los cuatro especímenes son unos críos que rebuznan en vez de hablar y que no miran a la cara del empleado de lo que sea que les ofrece un servicio, aunque tengan que pagar por él. Si encima es mujer trabajadora, algunos tienen tendencia a sacar lo peor de sus adentros. ¡Qué pensar de la otra mujer que iba dentro del coche! No me dio tiempo a decirle que cambie de compañías, ahora que todavía está a tiempo. Eso de que el cliente siempre tiene razón, está por ver cuando te topas con machistas de dieciocho años para abajo. Como el colegio no les ha enseñado nada acerca de que mujeres y hombres somos iguales en derechos, sólo cabe desear que comprueben en su trabajo futuro lo que es tener una mujer al frente de su empresa. Percibirán entonces mucho mejor como la llave de su futuro está en manos adecuadas, por méritos propios.