Los muros del muro

Se han dedicado en varias jornadas muchas imágenes y abundantes titulares para contar los veinticinco años de la caída del Muro de Berlín. Los jóvenes de ahora saben poco o nada de aquella Europa dividida tras la II Guerra Mundial, y poco más de la guerra fría que mantuvieron durante los mismos años Rusia y Estados Unidos. Los muros de los veinteañeros de hoy son otros muy distinto: el paro, emigrar, los ridículos sueldos y unas perspectivas negras que no encuentran aliento en ningún líder mundial que les diga: “¡vais a mejorar!” Las alambradas de estos muros son la corrupción, la desunión de Europa, y la pérdida de derechos en forma de que educarse bien ya no es igual a prosperar, y que ya no se dedican suficientes recursos para el empleo juvenil.
Los problemas actuales de España no son nuevos, pero estaban aparcados porque en este país se vivía bien. En el momento actual no se pasa una; ni tarjetas, ni viajes, ni comisiones donde unos compran y otros se venden. El millonario número de parados y las penosas situaciones que se viven en muchas casas que aún no se han perdido, es el caldo de cultivo que impulsa el pesimismo. El Muro de Berlín fue durante demasiados años el ejemplo de lo mal que lo hemos hecho en el pasado. Ni aprendemos de los errores, ni aprenderemos. De saberlo hacer mejor, en general, nunca se hubiera gestionado una crisis mundial tan mal, tan divididos. Esta división tan patente es la que genera dudas de si saldremos de esta algún día. Salir es prosperar, ¡no hay otra!
Cuando tienes la pena en casa y todo lo que surge al día son ejemplos de presidio, no le puedes pedir simplemente a la gente que confíe. Es necesario que la mala economía resurja de sus cenizas, y regrese al camino del trabajo, el esfuerzo, la ética y la prosperidad común. No hablar este lenguaje y generarlo con hechos es aumentar la altura de los muros que ha dejado esta gran crisis. Como se hizo en Berlín, hay que tirarlos también.
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