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LETRA Y MÚSICA DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Publicado el 4 de enero de 2010 en el Diario Montañés

La letra y música de la Cumbre de la ONU sobre el Cambio Climático de Copenhague 2009 ya la hemos escuchado otras veces. ¿Cómo vamos a tener conciencia de lo que pasa con la tierra y lo que nos jugamos, si la de los Gobiernos es escasa, dudosa o nula? Se demuestra con este dato: en  1997, con motivo del Protocolo de Kioto (Japón) que va a quedar atrás con este nuevo de Copenhague, se adhirieron 37 países industrializados más la Unión Europea (27 países). Lo firmado entonces (que expira en 2012), fue reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un promedio del 5% respecto a 1990. ¡Qué generosidad con el planeta!. Lo más sensible y cercano que encontramos sus pobladores, devastadores por naturaleza, son las muchas películas sobre el fin del mundo que cada año se estrenan. La última que es visto se titula precisamente “2012”. Como predijeron los Mayas, en este año, el calor del epicentro de la tierra es tan alto que acaba con la tierra, de la que sólo se salva Äfrica de ser anegada por las aguas. Tampoco se ajusta a la realidad actual, ya que, sin comerlo ni beberlo, es precisamente el continente africano el que peor lo tendrá en cuestión de desastres de su flora y fauna allá por el 2050. Los ricos (EE.UU, Japón, UE, China, India y Países Ärabes) no paran de contaminar y en cambio quien paga los platos rotos son los países pobres. De ahí que cada nuevo convención internacional sobre el “cambio climático”, “salvar la tierra”, “eliminar gases invernadero”, etcétera, empiece por tratar la aportación que van a hacer los países contaminante a los que lo hacen menos, para no perder estos últimos el tren del desarrollo.

 Lo se barajó en Copenhague era dejar de contaminar un 20% de media, precisamente en el periodo comprendido entre el 2010-2020. Contaminar lo que se dice contaminar, se hace además de muchas y variadas maneras, para desgracia de todos. Lo que hablaron, para nada, los líderes mundiales sólo se refiere al dióxido de carbono (CO2), el metano, el óxido nitroso y, como gases industriales, el hexafluoruro de azufre, el hidrofluorocarbonos (HFC) y el perfluorocarbonos (PFC). Tentado estoy de contar lo que provoca cada una de estas materias altamente contaminantes y perjudiciales para la supervivencia de las especies que habitan la tierra, pero es fácilmente imaginable. La Cumbre del Clima de Copenhague volvió a poner sobre la mesa el viejo dossier del progresivo deterioro de la capa de ozono, sabidas las peores causas contaminantes citadas atrás. Sabido es lo que sucedió: Estados Unidos y China dejaron colgados a todos los demás, y luego intentaron vender a la opinión pública el acuerdo como bueno. ¡Allá quien se lo crea, porque este gravísimo problema para todos no va a esperar a lo que hablemos para luego no decidir nada! Ya no está en juego el hoy sino mantener un planeta sostenible que dejar a nuestros hijos y nietos. No cesan de producirse los estragos del calentamiento en diversos puntos del globo que siempre fueron de una belleza natural extraordinaria. Está la subida de temperaturas (entre 1,5 y 2 grados), el deshielo, la desertización (de la que España no escapará fácilmente), el carbono en la atmósfera, la desforestación o la contaminación de los mares, uno de los grandes almacenes de alimentos para el mundo.

No es racional que nos preocupe el desarrollo económico e industrial a costa de destruir las entrañas de la tierra. Pero cuando las cumbres sobre le clima se suceden, y compruebas que no hay consenso en asuntos de tan vital importancia, dejas de creer en lo listos que nos creemos. Es cierto que educamos dentro de una mayor concienciación de respeto al ecosistema. Es verdad también que en Europa hay un compromiso de abandono de lo que son fórmulas pesticidas contra la humanidad, la fauna  y la flora. En Copenhague, sólo Lula, el presidente brasileño, tuvo altura de miras al querer proteger ya para siempre el Amazonas, como el gran pulmón del mundo que es. En los últimos años, y en ello se sigue, ha sufrido agresiones brutales en sus bosques y hacia a las poblaciones indígenas. Mientras un nuevo encuentro se produce, en esas horas, en esos días, se está cometiendo alguna nueva tropelía natural o vertidos ilegales sobre ríos o mares. Es también un gran negocio, incluso para algunos países pobres que esconden la basura radiactiva de los ricos o sus desechos. El Protocolo de Kioto sobre el clima está a punto de archivarse con muy poco éxito, por no decir ninguno. La misma letra con la misma música se ha representado en el escenario de la Cumbre del Clima de Copenhague. No veremos las orejas al lobo hasta que suceda una desgracia de proporciones descomunales o alguna situación se convierta en irreversible de por vida. Siempre nos quedarán las películas de National Geographic para ver cómo era en el siglo XX el Polo Norte, los glaciares y las focas que asesinan a machetazos en la cabeza, cada año, los cazadores del Canadá. Sin cumbres, empecemos por repudiar, hacer pagar y castigar a los asesinos del planeta.

 

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