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Las colas de la muerte en Gaza mientras esperas comida y agua

Lo que está pasando en Gaza, con el resto del mundo cruzado de brazos, es intolerable, por inhumano. Ya que las guerras parecen consustanciales a lo que es nuestra civilización, debe quedar siempre el respeto de salvaguardar lo más posible a los ciudadanos frente a los campos de batalla. Israel no lo está haciendo en Gaza, y Estados Unidos, que es quien manda, mira para otro lado. El colmo es sustituir a las organizaciones humanitarias de siempre, con Naciones Unidas a la cabeza, por contratistas norteamericanos, que son los que manejan, tan lamentablemente, las ayudas necesitadas por la población de comida y agua.

Cito poco a Martin Luther King, quien no debería necesitar presentación alguna, y la verdad es que el mundo actual, con todo lo que pasa, nadie como él lo explicaría mejor, y de hecho ya lo hizo antes de ser asesinado el 4 de abril de 1968: “El final de nuestras vidas comienza el día en que nos volvemos silenciosos sobre las cosas que importan”. Los tres peores escenarios que vivimos en este perturbador siglo XXI son evidentemente las guerras, Ucrania y Gaza, la total desunión de los pueblos, empezando por las potencias más relevantes que están en choque total, y, en tercer lugar, y no menos importante, la sociedad civil de todo el planeta, que solo está inmersa en su yo, todo lo demás, le es indiferente, y el que tenga problemas que espabile.

En pleno 2025 vivimos inmersos en el punto más álgido de lo que conocemos por egoísmo. Además del amor a uno mismo ya citado, únicamente estamos a nuestro propio interés, sin preocupación alguna hacia los que pasan hambre, pobreza, pena, soledad, enfermedades o desempleo. Frente a todos estos problemas, y más que hay (no llegar a tener casa), los poderosos hoy tan solo nos hablan de la necesidad de rearmarse. Gastar millones a mansalva en tanques y misiles, sin importar ya tanto el apoyo social, la sanidad o la educación (cuanto menos instruida esté la población, mejor para el poder).

Independientemente de que la guerra entre Israel y Gaza suscita apoyos extremos del lado de unos o de otros, lo que está pasando en las colas del hambre, tiroteando y asesinando a quienes solo buscan comida y agua, se suma a la larga lista de atrocidades cometidas por la humanidad a través del tiempo. Que un padre o una madre vayan en busca de alimentos para sus hijos hambrientos, y les disparen y maten, no tiene nombre, ni el mundo lo puede consentir, empezando por lo que está haciendo la ONU, denunciando un día tras otro lo que hacen Estados Unidos e Israel, que desprecian a Naciones Unidas, y crean su propia oenegé de ayuda, ¿para qué?, si al tiempo que entregas una barra de pan pierde la vida quien la debía recoger.

“La sociedad civil de todo el planeta solo está inmersa en su yo, todo lo demás le es indiferente, y el que tenga problemas que espabile”

La madre Teresa de Calcuta manifestó en cierta ocasión no haber conocido una guerra, pero si tenido en frente, de manera constante, hambre y mucha muerte. Sobre Gaza y sus habitantes caen todas las desgracias juntas, guerra-hambre-muerte, y el mundo civilizado lo tolera desde la óptica de la política, renuncia a ayudar, en definitiva, desdén como respuesta. Está visto que este baño de sangre no se para con frases, y sí con iniciativas diplomáticas de fuerza, que hagan recapacitar a Israel y lo que humanitariamente hablando está perpetrando.  

Contratistas de EEUU sustituyendo a las organizaciones humanitarias internacionales, a la hora de suministrar víveres a la población acribillada. ¿Cómo hemos llegado a algo semejante?, ¿dónde vamos a ir a parar? Pues les voy a decir en qué punto estamos ahora en Gaza. Patada al Derecho Internacional Humanitario. Patada al Convenio de Ginebra, en caso de conflicto bélico, y la protección especial de heridos y población afectada. Patada a la Cruz Roja Internacional y por supuesto patada a la Asamblea General de la ONU, organismo que Trump y Netanyahu buscan ningunear.

Pero con tanto asesinato en la Franja de Gaza me preocupa especialmente la falta total de sensibilidad hacia un concepto que durante toda mi vida ha sido santo y seña. Me refiero al humanismo. De humanidad, humanismo, y hoy, ni una cosa ni la otra. Estamos tirando por la borda el sistema de convivencia que nos ha traído años de paz y prosperidad, tras las dos grandes guerras. Superada la última, la Segunda Guerra Mundial, hayamos nuestro mejor aliado en el diálogo entre todos los pueblos (ONU), a través de revalorizar la humanidad, mediante la razón y la defensa de los derechos personales. El humanismo enfatiza precisamente esto, nuestra experiencia, todo lo que hemos pasado, para no volver a repetirlo. ¡Pero no! Hoy, ahora, son malos tiempos para los derechos humanos, la promoción de la educación, el conocimiento, la verdad, la justicia e incluso la libertad de expresión. Por supuesto, también practicábamos la ayuda mutua, fuera como países, ciudades, pueblos o simples vecinos.

Desde este nuevo escenario de vacío, ¿a quién le importa que niños y ancianos en esta parte del mundo estén muriendo de inanición por la hambruna extrema a la que les somete el Ejército israelí?, ¿quién denuncia eficazmente que todos esos hambrientos quieran recoger alimentos, y sean vilmente tiroteados, y el número de víctimas se dispare?, ¿y quien para todo esto? De humanidad a humanos y de humanos a indignos. Sí, nos hemos convertido en indignos por ver como normal todo esto, e incluso que nos de igual, si se vive en Washington, Londres, París, Berlín o Madrid. La poca o nula presión social que hay ahora en todas partes se paga muy cara, sin entonar todos a una sobre Ucrania o Gaza un claro ¡Basta ya! Qué salto tan patético pasar del humanismo a la indignidad, término que define una acción infame y vil, sin ir más lejos con las colas del hambre en Gaza.

“Contratistas de EE.UU. sustituyendo a organizaciones humanitarias, a la hora de suministrar víveres a la población. ¿Dónde vamos a ir a parar?”

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