Cuando Jaime Martín apareció en el escenario del Palacio de Festivales, rodeado de promesas integrantes de la Joven Orquesta Sinfónica de Cantabria, y se dispuso a dar unas breves y sencillas pinceladas de lo que iban a interpretar, junto a la trascendencia de algunos instrumentos en la obra, Martín abría una nueva etapa en el FIS: propia, directa a los sentidos y, para hacerlo posible, coloquial. Hay que desearle al Festival Internacional de Santander que tenga larga vida, y que los cántabros y nuestras instituciones sepamos apreciar lo que tenemos, y nos dejemos de hacer críticas a los espectáculos cuando, en la mayoría de los casos, no se sabe, como es el defecto de quien les escribe. A mí me vale el nombre: FIS, el gran FIS, el FIS que cada verano es muestra referente de la gran cultura que se ofrece desde Cantabria y que además cuenta con nosotros, con estos jóvenes músicos que escuchaban las palabras de Jaime Martín, que van por también por nuestros pueblos, y no vayan a creer que es lo más normal, como no sabe hacer de costumbre una universidad que se hace llamar también internacional.
Que su cartel de esta 62 edición, su recuerdo y homenaje, sea para el grandísimo director castreño Ataulfo Argenta, es sobresaliente (¡qué dejaos somos para con nuestras gentes brillantes!). Habrá quienes salgan al final de agosto diciendo que si esto o aquello del programa. Que hablen y que escriban lo que les venga en gana, porque en eso consiste la libertad de pensar y de opinar. Pero han de tener en cuenta una cuestión ineludible de abordar. El FIS está con los tiempos, y los tiempos son muy malos para la lírica, el trabajo, el paro, los recursos e incluso comer en muchas casas. En el momento actual, todo va en el mismo paquete y el dinero no crece en los árboles. Si hay para vivir, hay para gastar; si hay para arreglar desperfectos serios en barrios, también para las demás cosas. Que la cultura debiera estar al margen y por encima de todo, yo lo firmo, pero la política de la economía y la economía de unos presupuestos no funcionan así. Por eso no objeto nada al FIS de este año. Y me limito a sumarme a lo que todos debemos anhelar para nuestro gran festival: ¡larga vida al FIS!