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LABORDETA

Nunca es buen momento para que nadie se vaya definitivamente. Si en vida fue un ejemplo de compromiso en todos los sentidos, ésta es mala época para perder a alguien como Labordeta. Se puede estar de acuerdo o no con las ideas y actuaciones de José Antonio Labordeta, pero a fin de cuentas nuestro país no está sobrado de voces que siempre han abierto la boca y emitido palabras sensatas cuando había que hacerlo, y por supuesto defendiendo la convivencia teniendo en cuenta los diferentes sentires. Aragón le ha despedido con los máximos honores posibles, como tiene que ser con alguien que grabó televisivamente tantos episodios de sencillez y normalidad a través de sus caminatas por toda España. La mayoría de los recuerdos que se hacen ahora de Labordeta van precisamente por el camino de ser siempre uno mismo, y él lo fue en la tele, la radio, los libros o el Congreso de los Diputados, cuya tribuna de oradores difícilmente le olvidará porque a buen seguro será citado en las futuras guías de visita de los ciudadanos a la casa de la democracia española. Labordeta ha sido un azote fresco para nuestras conciencias, y lo seguirá siendo a nada que recordemos su forma de vivir. De la manera más tonta, como son estas cosas, fue al médico por un dolor molesto y se encontró con lo peor. Durante los últimos años se convirtió también en ejemplo para los enfermos que saben que tienen una fecha señalada. En su caso, el de Labordeta, se trata de un adiós que quedará aplazado sine die, porque nos quedan sus canciones, sus libros y su rostro y voz tan personal, para seguir viendo de cuando en cuando en televisión ese pueblo concreto, sus gentes, su comer y su cultura, desde el punto de vista tan humano y educativo como sólo sabía hacerlo José Antonio Labordeta.

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