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LA TIERRA NO ESPERA

Publicado el 16 de febrero de 2010 en el Diario Montañés

Al Gore perdió a los puntos las elecciones presidenciales norteamericanas del año 2000, facilitando así un segundo mandato de George Bush, pero luego dio el salto internacional como una especie de gurú apasionado por transmitir sentido y sensibilidad  por el cambio climático global. El personaje tiene su entrevista. Primero, por ser político y pertenecer a una superpotencia industrial (y contaminante) como es Estados Unidos. Y segundo, por ser un hombre adinerado cuya fortuna se ha amasado en una sociedad económica, donde el progreso está en la misma esencia del sentir norteamericano, sin pararse a mirar más. Baste recordar como quien le ganó las elecciones planteó en un determinado momento, para apagar los devastadores incendios, erradicar en ciertos Estados determinados bosques. Bush se quedó tan pancho, y fue mucho más en Europa, España incluida, donde este planteamiento presidencial se vio, sencillamente, como un horror. Gore fue la antesala de las cumbres – para poco o nada-  del cambio climático. Para poco fue la primera: el Protocolo de Kioto; y para nada ha sido la de Copenhague, mucho más reciente en la memoria ciudadana. Cada cumbre ha sido lo mismo, dar dinero a los países en desarrollo que contaminan de paso mucho, bajar un poco el porcentaje contaminante de los países más ricos, y soltar largos discursos acerca de planteamientos de futuro (se habla del 2050), palabras que al final no se plasman en ningún acuerdo en firme. Eso sí, mientras políticos y técnicos se reúnen a puerta cerrada, en los aledaños de las cumbres cada vez hay más organizaciones dispares en defensa del planeta, la naturaleza, y el equilibrio entre vivir de forma sostenible sin expoliar todos los recursos hasta matar la tierra.

 ¡¡A ver..!! Cada vez me gusta ser más simple en mis razonamientos. Primera cuestión vital a plantear: ¿cómo va ser nuestro planeta allá por la mitad del siglo XXI? Segunda gran pregunta que divide a inmovilistas y conservacionistas: tal y como lo conocemos hoy, ¿qué va a quedar en pie? Ya saben, montañas, glaciares, playas, cordilleras, praderas, ríos, mares… Por último: ¿cómo y de qué se alimentarán las futuras generaciones? Puede, sólo puede, que algunos estudios mediambientales hayan exagerado sus conclusiones, aspecto que está siendo utilizado como arma arrojadiza por los que denigran el cambio climático y sus graves consecuencias. Yo, no. Yo creo con firmeza en que si no cuidamos nuestro entorno, terminará habiendo graves consecuencias. También entiendo que no es nada fácil conjugar este futuro con los intereses industriales, económicos y de empleo en que estamos sumergidos actualmente. Si le preguntas a un obrero y a su familia si estaría dispuesto a que se cerrara su contaminante fábrica a cambio de mejor aire puro, te mandará con razón a hacer puñetas. Sin alternativas, no hay cambio climático que valga, es así de rotundo. El mundo, en especial sus Gobiernos, se creen preparados para lo mejor y para lo peor. Tampoco es cierto. Sólo hay que ver lo que acaba de suceder en Haití. Un Haití atascado en su propia desgracia, mientras el resto del mundo no sabe a ciencia cierta lo que será de este pequeño país aplastado por los terremotos. ¿Es Haití una oportunidad para ver más allá? Pudiera ser, pero sólo es Haití, nada más que Haití.

Después del fracaso de Copenhague van a tener que pasar cuatro o cinco años (el tiempo corre muy deprisa) hasta una nueva cumbre del clima. ¡Ya me libraré de hacer augurios fundados o infundados de cómo nuestro ecosistema empeorará, hasta que llegue esa nueva fecha para debatir un poco más sobre el planeta! Pero hay algo tan cierto como que me llamo Miguel: vamos a peor. Es palpable, se aprecia y se ve como una verdad a gritos: la tierra va a peor. No sé que ha sido de Al Gore, por cierto. Empezó bien. Viajó por los principales países del mundo para dar conferencias y cenas en las que se abordaba este cambio de mentalidad sobre algo tan bello llamado tierra, que tan magnífico cobijo nos proporciona. Sea como fuere, el cambio climático necesita de nuevos líderes que hablen alto y claro sobre sus consecuencias, si no cortamos a tiempo la sangría destructiva y contaminante de muchos puntos geográficos del mapa mundi. A algunos, no ver el calentamiento de la tierra, les lleva a ser más escépticos. En fin, creo que la cuestión está en la propia superficie de la corteza terrestre. Donde ayer había un hermoso bosque, mañana se levanta una espantosa urbanización de adosados. Multipliquen este ejemplo por un millón de supuestos que se dan a diario en un globo tan grande cuya cura no aguantará mucha más demora. Me da igual que se llame cambio climático, salvemos la tierra o la aventura de vivir… El caso es que los que ahora cortamos el bacalao, como antes hicieron con nosotros, estamos obligados a ofrecer a las futuras generaciones un lugar bello, respirable y seguro en el que seguir viviendo.

 

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