Me meto directamente en la boca del lobo al señalar con el dedo índice que casi todos bailamos en las redes sociales con el photoshop, por buscar el lado de las fotos que más nos rejuvenecen. Prefiero en todo caso esto a mentir mediante la palabra. El photoshop, como programa informático que retoca a gusto las imágenes, acaba de cumplir 25 años. No ha sido sólo un gran descubrimiento para personajes del papel couche como Isabel Preysler o Carmen Martínez Bordiu. Uno y otro (mal) ejemplo se quedarían cortos a la hora de su utilización por parte de gobiernos mentirosos, medios sin escrúpulos, y ambiciones destructivas que lo mismo atentan contra la reputación de una empresa que de una persona.
Lo peor del photoshop es llevarlo a cabo las 24 horas del día, por fuera y, especialmente, por dentro. Las personas vacías abundan, y hay que decir en su favor que no parece importarles, tal y como las vemos por televisión, lo que dicen, la educación y preparación que no tienen, y lo que ambicionan para su existencia. La respuesta nunca podrá ser igual para la pregunta de si prefieres tener pelo o inteligencia debajo de él. Somos como somos, y aparentar en ocasiones lo que no somos, parece que está también en nuestro ADN. Cuando aparecen personas reales y auténticas, se hacen notar porque marcan la diferencia de no ser una más dentro del numeroso rebaño.
En muchas ocasiones me han dicho, incluso con críticas, que soy muy serio escribiendo, y que debería perder más el tiempo con banalidades. Puede ser, no digo que no. Lo que realmente me gusta es respetar la variedad. En las redes todo aquello que pone alguien es importante, desde el punto de vista de que su autor así lo ve. Luego está elegir, compartir, desechar e incluso hacer auténticas amistades. El photoshop es uno de tantos inventos, muy tonto cuando se utiliza para quitar arrugas o sombrear un poco la calva. Llegar a vivir de él, como si te faltara la respiración, da pena. Hay que escuchar bien cuando se asegura eso de hay que saber envejecer con dignidad y señorío, especialmente con señorío. Asisto cada vez más atónito a la comprobación diaria de cómo hay personas a mi alrededor que crecen y con ello aumenta su dejadez, la intolerancia, la falta de respeto y las malas formas. Creo que no hay peores cosas que las que acabo de enumerar. Porque el photoshop no deja de ser una acción de manipular el exterior de una persona o de una imagen de lo que sea. Cosa bien distinta es saber retocar el interior de cada uno para hacerlo mejor. Eso sí que da satisfacciones, sin necesidad de cirugía estética o digital.