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La inmigración es política y también humanidad

Un joven amigo me cuenta que hace unos días la inmigración fue cuestión de debate en su instituto, A él también le preguntaron a cerca de lo que pensaba del salto de la verja en Ceuta. Contestó que lamenta la situación de toda esta gente, pero que España está en crisis y no puede acoger a más personas de otros países. Preconcibe que yo no soy tan rotundo y me interroga sobre lo que opino al respecto. “Mi joven amigo”, empiezo a contestarle, “cuando tengas unos cuantos años más que los catorce de ahora, te darás cuentas de que las opiniones rápidas darán paso a meditar las cosas más, porque los pensamientos únicos han dado muy mal resultado a lo largo de nuestra historia”, termino de responderle. Siendo la inmigración en sí un drama total, peor es que haya inmigrantes de primera, de segunda o de tercera, en razón de su color y país de origen. Mandela exterminó el Apartheid en Sudáfrica, pero desgraciadamente sigue presente en muchos aspectos cotidianos, y aceptar diferentes tipos de inmigraciones es uno de estos casos.

No lo estamos haciendo bien con la inmigración. Me refiero a todos por igual. No existe ningún país que sea ejemplo de hacerlo adecuadamente, y unos se miran a otros, se piden ayuda y dinero, como la forma de controlar el salto de sus fronteras por ciudadanos que no lo son de ningún sitio concreto, porque el paso de la miseria a algo mejor es una fase que le hace a uno apátrida. No puede haber final feliz cuando la vida se resume en saltar una valla tras la cual crees que está tu libertad y felicidad. Cuando estás en suelo nuevo, poco o nada es parecido a lo que venías soñando sobre la tierra prometida. Estamos a una esquina incluso de perder la humanidad respecto a lo que deben ser las relaciones entre unos y otros, sea en Malí o en París. El grito xenófobo aumenta alarmantemente a nuestro alrededor. Se empieza por una nacionalidad o raza concretas, y la lista va aumentando en razón de las circunstancias e intereses del momento. Ya ha pasado en otros pasajes de la historia, no tan lejana. Nunca terminamos de aprender del todo, especialmente cuando se trata de personas. La humanidad puede ser un término todo lo amplio o conciso que queramos. Tan sólo hay que proponérselo y ejercer. Lejos de deseos, la inmigración necesita de una respuesta política y humanistaria.

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