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LA IMPOSIBLE TAREA DE SER AHORRADOR

El corralito de Chipre viene a demostrar lo ya sabido: que los poderes políticos y económicos le tienen echado el ojo a los ahorros de los ciudadanos, y que el afán es terminar por quedarse con ellos vía impuestos, recortes para que paguemos más de todo o, directamente, quitando de la cartilla de los impositores una parte importante del dinero que guardan en bancos. Esta es una forma de hacer economía para atrás. Argentina ya probó el corralito a lo bestia, y el sistema democrático aguantó, pero lo que ya no ha cambiado es que, desde entonces, los argentinos son capaces de guardar su dinero en un agujero de una cloaca cercana a su casa, antes que llevarlo y guardarlo en cualquier banco. Una crisis tan salvaje como esta golpea especialmente al paro, a la falta de dinero que gastar, a comprar lo básico y fundamental, y al olvidarse de lo que era ahorrar, porque vas cubriendo mal que bien un mes con el siguiente. Ahorrar se ha convertido en la práctica en una tarea casi imposible, a no ser que te quites de todo, como sucede.

El particular corralito de España se llama Las Preferentes. Hacer firmar a un analfabeto o a una persona mayor ya senil un papel por el que le quitas sus ahorros por el resto de los años, y no se lo devuelves ni en vida y media, es simple y llanamente indecente. Tan indecente como que la situación siga y ciertas cajas quieran acallar a los estafados con acciones y bonos que son papel mojado porque no valen nada. Hasta para ahorrar ha habido siempre clases en este país. Y eso que con Las Preferentes se la han metido doblada incluso a millonarios, pero con los que ya habían hecho cávalas de que no morderían en el caso de que la cosa explotara. Se equivocaron, porque los pobres robados de abajo han contagiado a los de arriba. Y se equivocan también porque cuando ha habido que dar tantos millones de euros a los bancos, a costa de la escasez de los ciudadanos, aquí ya se aguanta más bien poco. No sé cuánto más durará la crisis, pero si de algo estoy seguro es que tendrán que pasar muchos años para que los bancos que siguen en pie empiecen a lavar su imagen, aunque, para entonces, la palabra confianza, tendrá ya un significado reescrito..

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