Un nuevo calendario de doce meses es como empezar una carrera de obstáculos. El saber lo que está por venir nos inquieta, al igual que esculpir con el paso del tiempo todo aquello en lo que creemos y nos hace sentir mejor. De esta manera salimos de un año muy perro para entrar en otro no mejor. Que llueva café en el campo sería siempre lo deseable, pero no. Empezar esta carrera como novato no es lo mismo que la veterania de la madurez. Juventud más fuerza y experiencia más seguridad forman calles distintas dentro de la carrera para superar lo que se nos ponga por delante. Somos controladores natos, pero si pudiéramos fijar de antemano el destino sería como poseer el cáliz del porvenir. Menos mal que con lo que nos rodea suceden cosas que provocamos y pasan otras tantas (¡mucho mejor!) que no están en nuestras manos. Tomar un dorsal sin más, y hacer de la existencia una carrera, metafóricamente hablando, resulta cansino, inútil, y nada fructífero a la hora de sacarle realmente partido a la vida. Esta forma de actuar predice también nubarrones en lo concerniente a la amistad, el amor, el respeto, la tolerancia, la igualdad, la política y la superioridad de los auténticos valores sobre la basura, el chalaneo barato y la corrupción (Si la economía se hace así, los agredidos se cuentan a millones).
Cuando se está en el camino que vale la pena, uno sabe si ha de correr más, menos, o nada. Estos años malos nos han hecho fríos y duros a la hora de pronunciar sin titubeos la palabra mañana. Y cabe esperar más de nosotros mismos, de nuestras inquietudes, sin que nada ni nadie nos haga esclavos del retroceso. Todo tiempo nuevo suma más cultura, más música, deseo de preparación, una forma de ser y también de pensar. Mejorar es igualmente una etapa de la carrera, como lo es la opción de comprometerte con alguien, con algo, con problemas ajenos o aspirar a cambiar las cosas. En estos casos, la carrera es permanente, pero el esfuerzo se ve gratificado con cada instante en que se produce un hecho de esos que decimos que nos llenan porque es justo lo que teníamos que hacer. Pocas cosas dan tanta satisfacción.