Miguel del Río. Diario Montañés. 11 de septiembre de 2011
Es cierto también que lo importante no es tener muchas ideas, sino la idea próspera para el momento, como en los tiempos tan malos que vivimos. Aunque en el otro extremo, y demasiados hechos de nuestra historia antigua y reciente lo avalan, nada hay tan peligroso como una idea amplia en cerebros estrechos. Sea como fuere, es verdad esa frase tan vehemente de que las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas. Todo esto viene a cuento de que España es ahora, por necesidad, un país de más emprendedores, que se la juegan realmente en muchos sentidos, por el sólo hecho de tener una idea y ponerla en práctica en forma de empresa para salir así de las listas del paro. Me aseguran que emprender en España es más cosa de boquita que de hechos. Va a ser que la culpa la tienen los mitos de alcanzar un trabajo fijo, mejor de funcionario, como esa otra manía nacional de antes comprar piso que vivir de alquiler. Es cierto, la cultura empresarial ha estado siempre infravalorada en nuestro país. El empresariado se la juega, crea empleo, paga impuestos a mansalva, pero ni estar en la Unión Europea, ni siquiera aquellos años de la España del pelotazo rápido, nos han afianzado como país donde se crean buenas empresas, fruto de poner en práctica buenas ideas, con salida. Dada la triste situación del panorama laboral, parece ser que nuestros jóvenes empiezan a entender que lo que no hagan ellos por sí mismos nadie va a venir a hacerlo por ellos. Y eso que no lo tienen fácil ni para crear sus propios proyectos, que ya es el colmo. De otra manera no se explica el siguiente hecho. Según el mismísimo Banco Mundial, en España necesitamos una media de 47 días y 10 trámites para abrir un negocio, mientras que en Alemania bastan 13 días y 10 trámites. A trámites, empatamos, pero la diferencia de días para recibir aquí el OK administrativo a un negocio es una pasada. Oía hace poco a uno de estos autoproclamados gurús de Internet, que España iría mejor si nuestras empresas no pagaran nada, ni por constituirse, ni por producir. ¡No jorobes!, tampoco es eso, porque el estado de bienestar y las pensiones lo pagamos los que trabajamos a un lado u otro de la mesa, como empresarios o como trabajadores. Cosa bien distinta es que nuestras administraciones deben reducir plazos de licencias y permisos, de trámites, sellos y firmas y más firmas, máxime en los pésimos tiempos económicos que atravesamos. Con este panorama, nuestros emprendedores, de locos, no tienen nada. Son los héroes de esta economía que hace aguas pero en la que son auténticos resistentes sociales en busca de porvenir a través de un negocio. Nada escapa a las ideas de progreso, pero habría que apoyar con más decisión a los emprendedores, las veces que haga falta, incluso si a la primera o a la segunda fracasan.
paren de darnos patadas en la espinilla. Al menos nuestros jóvenes, no les hacen puñetero caso, porque quieren salir para adelante. Con crisis o sin ella, si hay algo irrenunciable, es apoyar a los nuevos emprendedores. Y para ello aporto esta idea: mejor hacerlo con hechos, con legislación rápida y eficaz, con ayudas de pronto cobro y mejor fiscalidad. Así es más fácil arriesgarse y también dormir sin sudores.