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Haití, Nepal…

Haití o Nepal duelen por igual. Aflige que un terremoto tras otro, la declaración de una catástrofe más, tenga el epicentro en los lugares más estériles y alejados de lo que más nos suena. Tan avanzados como nos consideramos, y aún no somos capaces de predecir tsunamis, el despertar de volcanes, y los terremotos que arrasan lo poco que antes de su llegada estaba en pie. Acabo de describir lo que ha pasado en tierras del Himalaya, una de las cumbres más altas del mundo, que conocemos en Occidente mucho más que el ancestral país de donde emerge semejante mole natural de 8.884 metros de altura. El Himalaya, en lo que significa el término (hima, nieve y alaya, morada) ha dejado helados, a su suerte, a los nepalíes. Una y otra vez traslado la pregunta de por qué no tenemos bases de emergencia solidaria en los lugares más devastados.

Motivos hay como para contar dos veces los dedos de ambas manos. La hambruna del Cuerno de África, la Centroamérica devastada por las guerras y las avalanchas naturales. La diáspora humana que huye de Libia o Siria. Antes de morir allí dentro de guerras que nunca acaban, te echas a la mar o donde sea, hasta llegar a correr la suerte de los últimos 900 engullidos por el MareNostrum que llamaron los romanos y que hoy es el Mediterráneo.

Creo sinceramente que son muertes evitables, sin dejar de vaticinar que nadie va a reconstruir Nepal. Aquello que pasó en Haití, ¿recuerdan? ¡Ah, no! No recordamos el terremoto que lo asoló el 12 de enero de 2010, a las 16:53:09, hora local. Es calcado lo que volverá a suceder ahora. Palabras, promesas, declaraciones vacías, algún envío de agua y alimentos, hasta que los medios de comunicación dejen de contar muertos: hoy 5000, que mañana pueden ser el doble. Más allá de la noticia de los fallecidos que en estos días abren los informativos, Nepal seguirá su vida diaria sin esperanzas. Ni el propio gobierno nepalí puede dar respuesta a su catástrofe, aunque a nadie puede extrañar que así sea. Somos imperturbables. Hace algunas fechas se conmemoraba el Día de la Madre Tierra y, ahora, esto. ¿Un aviso más? Sí. Y también pienso, como usted, que se volverá a dar. La respuesta a la pregunta de dónde ocurrirá la siguiente vez, tampoco es tan difícil de predecir.

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