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HAITÍ

Comentario en Punto Radio «Protagonistas Cantabria». 13,10 h.

¡Haití…, Haití…! La mayor furia que las entrañas de la tierra puede mostrar, se la ha demostrado a Haití. Se ha llevado por delante vidas, las casas que las cobijan o la propia naturaleza, tan bella en esta isla. Después de una tragedia así, el sol se pone de nuevo sobre los cadáveres, los gritos, la penuria y la búsqueda de los desaparecidos. Guste o no, no queda más remedio que presentar las imágenes del drama humano de los haitianos. Un padre que coge en brazos a su bebé, ya cadáver. Una niña bajo los escombros con la tez blanca del polvo, aunque no es su cara natural. En realidad, en Haití, nada de lo que ha sucedido nunca es natural. Cuando no es hambre, es rapiña, cuando no, dictadores, cuando no, golpes militares, guerras civiles o los terremotos, huracanes u olas que devoran las casas de los pobres a orillas del mar tan bravío.

 La última tragedia no ha hecho distinciones, se ha llevado todo y a todos.  El resto del mundo se muestra alucinado. Tanto, que los ciudadanos (estoy seguro) vamos a rascarnos el bolsillo para llenar las cuentas de ayuda cuyos recursos van para Haití. De repente, nos vamos a reconciliar con las organizaciones humanitarias que nos tienen un tanto mosqueados por sus mejunjes internos con los dineros y el derroche. Lo que sea que pongamos, va para comprar agua, comida y medicinas. ¿Qué menos podemos ofrecer a estas gentes, a quienes tenemos que  dar futuro poniendo algo de nuestra parte? Lo que sea, un euro, dos… Haití y los haitianos no merecen tanto sufrimiento, tanta miseria, por el hecho de amanecer cada día. La ONU, con la que soy tan crítico, ¡mira!, lo estaba haciendo bien allí. Todo se ha ido al garete, y hay también muchos muertos entre la gente destinada para cooperar con el país, su gobierno y especialmente con los ciudadanos. Volverán a empezar. Los haitianos tendrán que reiniciar también sus vidas dentro de unos meses. Pero no tienen por qué hacerlo solos. El dinero del resto de países, de las gentes que tenemos otras nacionalidades, está para estos casos. Más vale gastarlo en los haitianos que una cumbre mundial sobre la pobreza que no sirve para mucho. Que vaya el dinero directamente donde tiene que ir. Los escombros, los cadáveres, las pérdidas, son ya irremediables. Pensemos en los que han quedado en pie, para que no tengan que tambalearse de nuevo porque los demás no sabemos ver en la desgracia ajena una forma real de ser solidarios. ¡Ayudemos a que Haití despierte mejor mañana y los días después de mañana!

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