Hemos gastado tiempo y dinero más educación medioambiental continuada, y en esto irrumpe el fracking. Para entendernos: el fracking es una técnica de extracción de gas que crea bajo tierra una fractura horizontal, con los importantes riesgos ecológicos que ello supone. Quiero ampliar la explicación de forma más precisa y las consultas que llevo a cabo no me tranquilizan nada: “el primer paso consiste en realizar una perforación vertical en el terreno para introducir una tubería a gran profundidad, hasta alcanzar la capa de pizarra. Para liberar el gas es necesario fracturar la roca bordeando a presión miles de libros de agua, arena y distintos productos químicos”. Afortunadamente, Cantabria tiene claro su no al fracking, y ya ha legislado en el sentido de no permitir en su suelo prácticas destructivas de extracciones. El problema es que existe una legislación nacional favorable por encima de la de ámbito autonómico, y no ceja la insistencia de multinacionales que tienen puestos sus intereses en machacar terrenos en valles cántabros, como son los pasiegos, Valderredible o Valdeprado del Río.

 No compensa crear riqueza a tan alto precio medioambiental. Siempre he estado por el progreso, y mejorar nuestras ciudades y pueblos de acorde a sus necesidades y mejor calidad de vida. Pero cuando son los propios vecinos de un bello lugar los que ponen el grito en el cielo ante el temor de que se destruyan hermosos parajes, creo que debe prevalecer el interés general sobre la extracción de gas o lo que sea. El litigio en nuestra región promete ser árduo y terminar en los tribunales, algo que no asegura nada porque Madrid, hoy por hoy, tiene una idea bien distinta del fracking al no considerarlo tan destructivo como los profesionales de la ingeniería y también los conservacionistas. Creo que ambos grupos tienen razón en ponerse del lado del “fracking, no gracias”.